martes, 24 de abril de 2012

SIGUE ADELANTE:


NO TE DETENGAS, SIGUE CORRIENDO
(Heb. 12:1) Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. “Corramos, la carrera que tenemos por delante” Meditemos en lo que Jesús tuvo que soportar:
1º.- La tentación: A veces nos imaginamos las tentaciones del desierto como tres acontecimientos aislados que ocurrieron a lo largo de cuarenta días. Pero no es así: “Permaneció cuarenta días, durante los cuales fue tentado por el diablo” (Luc. 4:2) por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre. A cada paso que daba, Satanás le susurraba al oído, en cada vuelta del sendero, éste sembraba duda; fueron cuarenta días de continua tentación. Cuando acabó todo, el diablo huyó, vinieron los ángeles a fortalecerlo y Jesús dejó el desierto para ir a ministrar al mundo como nadie jamás lo había hecho. Pero primero tuvo que vencer las tentaciones. Lo mismo tendrás que hacer tú. Lo bueno es que fortalecido con la gracia de Dios, serás capaz de hacerlo.
2º.- La acusación: “Unos decían: Es bueno; pero otros decían: No, sino que engaña al pueblo” (Jn. 7:12) Y había gran murmullo acerca de él entre la multitud, pues unos decían: Es bueno; pero otros decían: No, sino que engaña al pueblo. “Los judíos le contestaron muy irritados: ¡Con razón decíamos que tú eres un samaritano, y que estás endemoniado!” (Jn. 8:48) Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio? Le acusaron injustamente, pero Jesús siguió corriendo. Y tú también debes hacerlo.
3º.- El rechazo: Su familia pensó que se había vuelto loco. Los vecinos lo trataron mal. Cuando llegó a su ciudad, éstos trataron de arrojarlo por un precipicio (Luc. 4:29) y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle; pero Jesús siguió corriendo. Y tú también.
4º.- La vergüenza: En la cruz, Jesús encarnó el “pecado” (2ª Cor. 5:21) Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. Aunque nunca había robado, ni mentido, ni cometido adulterio, Él llevó encima la vergüenza de todo ladrón, mentiroso y adúltero. ¿Cómo lo hizo? ¿Qué le motivó a seguir adelante? La Biblia nos da la respuesta: “Por el gozo puesto delante de Él” (Heb. 12:2) puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.  Jesús ya había vivido en el Cielo. Saber lo que le esperaba le permitió soportarlo todo y acabar la carrera. Y ese mismo gozo te estás esperando a ti también.

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