NO TE DETENGAS,
SIGUE CORRIENDO
(Heb. 12:1) Por
tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de
testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con
paciencia la carrera que tenemos por delante. “Corramos, la carrera que tenemos por
delante” Meditemos
en lo que Jesús tuvo que soportar:
1º.- La tentación: A veces nos imaginamos las tentaciones del desierto como
tres acontecimientos aislados que ocurrieron a lo largo de cuarenta días. Pero
no es así: “Permaneció cuarenta días, durante los cuales fue tentado por el
diablo” (Luc. 4:2) por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió
nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre. A
cada paso que daba, Satanás le susurraba al oído, en cada vuelta del sendero,
éste sembraba duda; fueron cuarenta días de continua tentación. Cuando acabó
todo, el diablo huyó, vinieron los ángeles a fortalecerlo y Jesús dejó el
desierto para ir a ministrar al mundo como nadie jamás lo había hecho. Pero
primero tuvo que vencer las tentaciones. Lo mismo tendrás que hacer tú. Lo
bueno es que fortalecido con la gracia de Dios, serás capaz de hacerlo.
2º.- La acusación: “Unos decían: Es bueno; pero otros decían: No, sino que
engaña al pueblo” (Jn. 7:12) Y había gran murmullo
acerca de él entre la multitud, pues unos decían: Es bueno; pero otros decían:
No, sino que engaña al pueblo. “Los judíos
le contestaron muy irritados: ¡Con razón decíamos que tú eres un samaritano, y
que estás endemoniado!” (Jn. 8:48) Respondieron entonces
los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y
que tienes demonio? Le
acusaron injustamente, pero Jesús siguió corriendo. Y tú también debes hacerlo.
3º.- El rechazo: Su familia pensó que se había vuelto loco. Los vecinos lo
trataron mal. Cuando llegó a su ciudad, éstos trataron de arrojarlo por un
precipicio (Luc. 4:29) y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron
hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos,
para despeñarle; pero Jesús siguió corriendo. Y
tú también.
4º.- La vergüenza: En la cruz, Jesús encarnó el “pecado” (2ª Cor. 5:21) Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para
que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. Aunque nunca había robado, ni mentido, ni cometido adulterio, Él llevó
encima la vergüenza de todo ladrón, mentiroso y adúltero. ¿Cómo lo hizo? ¿Qué
le motivó a seguir adelante? La Biblia nos da la respuesta: “Por el gozo puesto
delante de Él” (Heb. 12:2) puestos los ojos en Jesús,
el autor y consumador de la fe, el cual por
el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y
se sentó a la diestra del trono de Dios. Jesús
ya había vivido en el Cielo. Saber lo que le esperaba le permitió soportarlo
todo y acabar la carrera. Y ese mismo gozo te estás esperando a ti también.
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