martes, 29 de noviembre de 2011

EL CULTIVADOR.

EL HOMBRE COMO CULTIVADOR

El hecho de conocer la Palabra de Dios es esencial para los hombres si es que van a cumplir con su responsabilidad como cultivadores de las vidas espirituales y personales de los miembros de su familia. Porque ellos son: Creados y Diseñados Para Cultivar: Antes de que Eva fuera creada, Dios colocó a Adán en el Jardín del Edén y le dijo que lo cultivara (Gén. 2:15) Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Cultivar significa mejorar algo del estado en que tú lo recibiste. Un hombre recibe algo para que lo trabaje, él nunca debería terminar con lo mismo que tenía cuando lo recibió. Cuando él termina de trabajar en ello, debería estar multiplicado, más efectivo y mucho más fructífero. Dios le dijo al hombre que debería de ser un edificador, y cualquier hombre que quiere ser un verdadero hombre va a apreciar su responsabilidad de mejorar todo lo que le rodea. Algunos hombres se concentran sólo en su propio fruto y en sus logros personales: Ellos sólo se están mejorando a sí mismos. Esto se llama egoísmo. Ellos no tienen esposas, ni hijos fructíferos, porque ellos los han descuidado por completo. Un verdadero hombre ve por las necesidades de los demás y los ayuda a crecer.

Cultivador de su trabajo, de sus talentos y de sus habilidades: Primeramente, el hombre ha sido diseñado para hacer su trabajo de tal manera que él es capaz de convertirlo en una cosa mucho mejor de cómo era originalmente. En la parábola de los talentos, el hombre que se encontraba viajando fuera del país le confió al primer siervo cinco, al segundo le confió dos talentos y al tercero le confió uno solo. Está implicado que el hombre les dijo a ellos: “Ahora, cuando yo regrese, yo no sólo quiero ver el mismo dinero que les di. Yo quiero ver la ganancia sobre mi dinero invertido en ustedes. Cuando el hombre regresó, y el siervo que sólo tenía un talento no había hecho nada para obtener ganancia del dinero de su amo, fue llamado “malvado” y “flojo” (Mat. 25:26) Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Si un hombre todavía sigue trabajando en lo mismo en lo que estaba haciendo hace diez años y no ha mejorado nada en su vida, hay algo malo ahí. Cada parte de la sociedad debería estarse desarrollando si es que tenemos verdaderos hombres en medio de nosotros. Pero muy frecuentemente tenemos destructores en lugar de tener edificadores. Ellos están destruyendo nuestras casas, escribiendo grafiti en nuestros edificios, robando y matando. Los hombres necesitan regresar a su propósito, y necesitan dejar de usar su fuerza en los motivos equivocados.

Cultivador de sus hijos: El hombre también fue hecho para cultivar a sus hijos, para proveer un medio ambiente para su crecimiento personal y espiritual. Nuevamente, él sólo puede hacer esto si está saturado con la Palabra de Dios. Los padres deberían edificar en vez de destruir. Por ejemplo, tú nunca deberías decirles a tus hijos que son estúpidos. ¿Por qué? Porque esos niños son tu semilla o tu simiente. Tú necesitas nutrirlos para que ellos crezcan y fructifiquen. Recuerda que la astilla de madera salió del viejo tronco de madera, y por lo tanto, el viejo tronco no debería criticarla. Cuando tus hijos hacen algo equivocado, tú debes corregirlos amable, pero firmemente. Un padre debe ayudar a sus hijos a descubrir sus dones y sus talentos. El debería afirmar sus logros y decirles lo que ellos pueden llegar a ser en la vida, para que tengan una mirada positiva, basada en la fe en Dios. Los niños necesitan ser motivados.

Cultivador de su esposa: Los hombres tienen una responsabi-lidad especial de cultivar a sus esposas. Pero, debido a que frecuente-mente tienen ideas que no son reales acerca de las mujeres, ellos acaban descuidándolas o lastimándolas. Muchos de nosotros como hombres andamos por aquí y por allá con imágenes específicas en nuestra mente acerca de lo que queremos que sean nuestras esposas, y cuando ellas no están a la altura de nuestras expectativas, les echamos la culpa. En un punto, Dios me mostró que yo tenía esta actitud hacia mi esposa, y Él tuvo que corregirme.

Esta es la forma como un hombre piensa frecuentemente: él es cierto tipo de hombre, así que él quiere cierto tipo de mujer. El piensa cosas como: “Yo soy un músico, y por lo tanto, yo quiero que ella cante”. “Yo soy un banquero, y por lo tanto, yo quiero que ella sepa algo acerca de finanzas”. “Yo soy delgado, y por lo tanto, yo quiero que ella sea delgada”. “Yo quiero que ella sea inteligente”. “Yo quiero una mujer que vista bien”. “Me gusta el cabello largo en una mujer” Ahora bien, no hay nada malo con el hecho de desear todas estas cosas. Sin embargo, yo quiero decirles algo: La mujer “perfecta” que tú estás buscando no existe. Es tu tarea el hecho de cultivar a tu esposa para que ella pueda llegar a ser todo para lo cual fue creada por Dios. Tú tienes que ayudarla a fructificar y a crecer como una mujer de Dios y no destruirla porque ella no cumple con tus especificaciones. En adición a esto, tú puedes ayudar a que tu esposa se convierta en todo aquello que tú viste la primera vez que la conociste, y lo cual tú piensas que ahora ya se ha perdido. Tú necesitas nutrir todo el potencial que ella tiene. Esto no se hace en una forma controladora, sino en una forma de dádiva y de amor, lo cual es la naturaleza de Cristo. Tal vez es tú crítica lo que le esté impidiendo llegar a ser el tipo de mujer que tú quieres que sea. Piensa acerca de esto: ¿Qué tipo de presiones están presentes en su vida que le están impidiendo ser todo lo que ella desea y necesita ser? Déjenme decirle una palabra aquí a los hombres jóvenes y solteros: ¿Qué es lo que tú estás cultivan-do? Cuando una dama joven se acerca a tu presencia, ella debería salir de tu presencia siendo una mejor persona de cómo vino. Ella tal vez trate de llegar muy fuerte, muy vulgar, como si fuera una prostituta. Pero cuando ella se vaya de tu presencia, ella debería irse convertida en toda una dama. Si alguien le pregunta a ella, “¿Qué sucedió contigo?”, ella debería ser capaz de decir: “Encontré a un hombre que me dijo que no iba a ir a la cama conmigo, que él no me iba a degra-dar. ¿Por qué? Porque me respeta”. Deben cultivar a estas señoritas jóvenes. No las arrastren hacia el suelo, y no dejen que ellas los arrastren a ustedes hacia el suelo. Una señorita joven nunca debería salir de tu presencia embarazada. Ella debería salir de tu presencia con su dignidad y con su virginidad. Denles a estas señoritas jóvenes una buena tierra. Denles algo que las haga mejores. Esto es lo que es ser un verdadero hombre. Recuerdo a un joven de Santander Jiménez, Tamaulipas, el día que se casó dijo: con lágrimas en los ojos “este es el primer beso que le doy a mi novia” ahora mi esposa.

Cómo Cultivar a Tu Esposa: Si tú eres un hombre, Dios te ha creado y te ha diseñado para que cultives cualquier cosa que tú deseas, incluyendo a tu familia. Por lo tanto, cada vez que un hombre recibe a una mujer como esposa, a él se le está dando la oportunidad de ejer-citar su habilidad cultivadora. El hombre debería orar y pedirle a Dios que le muestre cómo cultivar a su esposa. El necesita regarla, podarla y darle luz de sol. El necesita añadir nutrientes a la vida de ella hasta que ella florezca como la mujer que fue diseñada a ser. Ahora bien, Dios diseñó al hombre para que fuera capaz de cultivar y producir un árbol hermoso. Por lo tanto, si el árbol se ve como un arbusto viejo después de doce años, no es la culpa de la mujer. El cultivador no estaba poniendo los nutrientes correctos ni el agua que debía poner. Una mujer debería estar floreciendo bajo el cuidado amoroso de su marido. Hombres, no vayan a buscar a alguien más que ustedes creen que es como su esposa debería de ser. Tú eres el cultivador, cultiva a tu esposa.

Por ejemplo: si tú quieres que ella se vea muy bien, cómprale buena ropa. Deja que se arregle. Deja de decirle que se tiene que ver bien si tú no estás dispuesto a dar el extra. Deja de decirle que tú quieres que ella se vea delgada, siendo que al mismo tiempo tú le pides que te cocine comidas que tienen mucha grasa. Dile que tú quieres hacer ejercicio junto con ella. No sólo te pongas a desear algo, y entonces, no lo cultives. Los líderes no sólo apuntan al camino; ellos van al frente del camino. Algunas mujeres han estado viviendo con hombres que han estado vertiendo ácido en sus raíces y secando todo su fruto. Hombres, es difícil que tú cultives algo si tienes veneno en tus manos. No deberías tratar de trasplantar una planta tierna a tu jardín si tú tienes ácido en toda tu tierra. Debes asegurarte que tienes buena tierra antes de que trates de cultivar cualquier cosa. Cultiva a tu esposa por medio de mandarle rosas. Dale nutriente por medio de animarla y decirle: “Cariño, te amo”. Dale luz de sol por medio de decirle que es hermosa. (Ef. 5:25-26) dice que Jesús amó a Su esposa y que dio Su vida por ella. Él la lavó con el agua de la Palabra de Dios. (27) dice que Él hizo esto para que “pueda presentársela a Sí mismo”. 25Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, 27a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.

Esto significa que cuando un hombre ha terminado de cultivar, Él debería de tener algo que podría presentárselo a sí mismo. “Señor, ¿ves cómo estoy cultivando a mi esposa? Hemos estado casados por solo cinco años. Espera hasta que Tú veas el resultado de los próximos quince años”. Al final de tu vida, tu esposa debería estar tan cerca a lo que tú viste en ella por primera vez cuando tú la deseaste, de tal manera que tú puedas morir con paz. Tú deberías poder estar orgulloso de la mujer que tú cultivaste. Jesús presenta a Su esposa, diciendo: “¡Miren lo que Yo tengo!” La mujer que se describe en Proverbios 31 es asombrosa. “En ella confía el corazón de su marido, y no carecerá de ganancias” (11) El corazón de su marido está en ella confiado, Y no carecerá de ganancias. (23) “Su marido es conocido en las puertas, cuando se sienta con los ancianos de la tierra” Si alguien pasa junto a este marido, él va a decir orgullosamente: “¿Puedes ver a esta mujer? Esta es mi mujer”.

Muchos maridos no han hecho nada por sus esposas. En lugar de cultivarlas, ellos sólo se han dedicado a tomar tierra de ellas. Y ahora que su esposa se ha acabado, emocional como físicamente, ellos se sienten avergonzados de que los vean con ellas. ¿Te sientes aver-gonzado de invitar gente a tu casa? Al contrario, tú deberías de estar avergonzado de ti mismo. ¿Y adivina qué? Tú estás avergonzado de ti mismo. De acuerdo a la Palabra de Dios, tu esposa es tu propia carne (Ef. 5:28) Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. La forma como ella se ve realmente es una señal de cómo tú te ves. Ahora bien, no siempre un hombre sabe lo que tiene que hacer para cultivar a su esposa. Una mujer le puede ayudar a su marido con esto. Ella le puede hacer saber lo que necesita para que él pueda proveer los nutrientes correctos. Por ejemplo, si él dice: “Cariño, tú te ves molesta el día de hoy. ¿Qué sucedió?” Ella puede decir: “Bueno, yo he estado tratando de trabajar con todas estas ollas y sartenes. Cada vez que trato de tomar uno, las asas se le caen, y esto es muy frustrante. Si pudiéramos comprar algunas ollas nuevas, esto haría que la preparación de los alimentos fuera mucho menos frustrante para mí”. O si él dice: “Me gustaría poder hablarte acerca de mi trabajo, pero parece que tú no puedes discutir acerca de eso”, ella puede decir: “Bueno, cariño, siéntate, y cuéntame acerca de eso. Yo quiero saber acerca de tu trabajo. Enséñame”. ¿Cómo es que ella va a platicar contigo acerca de tu trabajo, si tú no se lo platicas, y si tú no vienes a casa y le dices lo que estás haciendo, lo que estás planeando y la forma como funciona tu trabajo? Tú hablas con la señorita joven en la oficina. Ella sabe acerca de tu trabajo, y por lo tanto, tú piensas que ella es mejor que tu esposa. Ella no es mejor que tu esposa. Tu esposa es mejor que tú. Tú eres el que no tienes entendimiento porque no te has tomado el tiempo para enseñarla.

Lavamiento con la Palabra: (Ef. 5:25-28) 25Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, 27a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. 28Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.

En este pasaje, Pablo estaba diciendo: “Jesús es un buen esposo”. El hombre debe amar a su esposa de la misma manera como Jesús amó a la iglesia. Él se dio a sí mismo por ella y la limpió por medio del lavamiento de agua que es la Palabra de Dios. ¿Por qué? Para poder “presentársela a Sí Mismo” (27). Si un hombre va a hacer esto por su esposa, él necesita estar lleno de la Palabra de Dios, de la misma manera como Cristo Jesús. El necesita lavar a su esposa con la Palabra de Dios de la misma manera como Cristo Jesús lava a Su novia con la Palabra de Dios. Ahora bien, tú no puedes lavar algo si no tienes agua. Jesús enfatizó la importancia de la Palabra de Dios en nuestra vida. Él les dijo a Sus discípulos en (Jn. 15:3) “Ustedes ya están limpios por la Palabra que Yo os he hablado”. Él le dijo a la mujer en el pozo, “Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: ‘Dame de beber’, tú le habrías pedido a Él, y Él te hubiera dado agua viva” (Jn. 4:10). Un varón que quiere ser un verdadero hombre, el tipo de hombre tal y como Dios lo creó, tiene que estar lleno de la Palabra de Dios. Sólo hay una manera de obtener agua limpia: tienes que ir al Pozo. Tú no puedes lavar nada con el agua lodosa del mundo. Cuando tú llenas tu mente y tu corazón sólo con cosas como la televisión y los eventos deportivos, eso sólo es lodo. Si tú quieres el agua que el Fabricante creó para ti, tú necesitas estar conectado al pozo de Dios, el cual está lleno con la Palabra de Dios. Jesús es la Palabra de Dios.

Algunos hombres están lavando a sus esposas en el lodo: ¿Qué es lo que significa lavar a alguien con la Palabra de Dios? Jesús es nuestro ejemplo: cada vez que tú tienes una experiencia negativa, El viene a ti de inmediato con algo positivo y te lava todo lo negativo. Cada vez que los discípulos tenían miedo, Él dijo: “No temáis” (Mat. 14:27) Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: !Tened ánimo; yo soy, no temáis! Cada vez que ellos se ponían nerviosos, Él les decía que se mantuvieran calmados. Cada vez que ellos tenían miedo de alguna tormenta, Él les decía que se calmaran y se relajaran. Él siempre estaba ahí para lavar cualquier temor, cualquier duda. Cuando ellos estaban preguntándose cómo iban a darles de comer a los cinco mil, Él les dijo que tuvieran fe. Cuando ellos le dijeron que Lázaro había muerto, Él les dijo: “No se preocupen; él está durmiendo”. Él siempre estaba lavando Su iglesia.

¿Qué clase de hombres son los que necesitamos hoy en día? Cuando tu esposa te dice: “No podemos pagar el recibo del teléfono”, tú dices: “Nuestro Dios es más grande que la compañía de teléfonos”. Esto es lavar a tu esposa. Cuando tu esposa dice: “No vamos a poder pagar la deuda del banco. Ellos nos van a quitar el automóvil, y vamos a tener que sacar a los niños de la escuela privada donde están”, tú puedes decir: “Cariño, nosotros servimos al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de mis abuelos y de mis padres. Vamos a estar firmes en la Palabra. Todo va a salir bien. Cuando tu esposa siente un pequeño dolor en su cuerpo y comienza a imaginar todo tipo de cosas, tales como el cáncer, tú tienes que estar ahí y decirle: Cariño, Dios es el Dios que te sana. Ven vamos a orar por ti. Algunos hombres sólo tienen malas noticias. “Cariño, tienes que empacar todas las cosas. Nos tenemos que mudar a una casa más barata”. Ellos no tienen nada positivo que puedan compartir, no tienen nada de las Escrituras, y no tienen fe. Dios quiere hombres que se paren firmes en su fe, diciendo: “Pueden caer mil a mi lado izquierdo, y diez mil a mi lado derecho, pero, en esta casa, siempre vamos a estar victoriosos. Mi casa está cubierta con la Palabra de Dios. Yo y mi casa vamos a estar bien”. ¡Esto es un verdadero hombre! Este es un verdadero lavador de la Palabra de Dios. Sin embargo, él sólo puede hacer esto si está lleno con ella.

Un Socio en la Creación de Dios. Al hombre se le ha dado la responsabilidad seria, pero excitante, de formar las vidas de los miembros de su familia para mejorarlos, enseñándolos y cultivándolos para que lleguen a ser todo aquello para lo cual Dios los creó. De esta manera, él es socio de Dios para llegar a cumplir el plan de creación de Dios. Hay dos tareas más en las que el hombre refleja a su Creador que son: la de proveedor y de protector.

Veamos los principios:

· El hombre fue creado para ser el líder espiritual y el maestro de la familia.

· El hombre fue diseñado con la capacidad de cumplir su propósito de enseñar.

· Cuando tú le enseñas a tu familia la Palabra de Dios y los caminos de Dios, tú atraes la confianza de Dios y su amistad.

· Si un hombre no tiene la capacidad o el conocimiento para enseñar a una mujer la Palabra de Dios, él no está listo para casarse.

· Dios instruye a los hombres para que enseñen a su familia los mandamientos de Dios de estas maneras:

o Cuando tú estás sentado en tu casa.

o Cuando tú vas por el camino.

o Cuando tú te acuestas.

o Cuando te levantas por la mañana.

o Atándolos como símbolos en tus manos, en tu frente y escribiéndolos en los postes de las puertas de tu casa. (Deut. 6:7-9.) 7y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. 8Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; 9y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.

· El hombre fue creado para ser el cultivador de las vidas espirituales y personales de los miembros de su familia.

· Cultivar significa multiplicar, fructificar y mejorar.

· El hombre es el cultivador de su trabajo, de sus dones y de sus talentos.

· El hombre es el cultivador de sus hijos.

· El hombre es el cultivador de su esposa.

· El hombre necesita ser lleno de la Palabra de Dios tal y como Cristo Jesús está lleno de ella. Entonces, él puede lavar a su esposa con la Palabra de Dios, tal y como Cristo Jesús lava a Su novia con Su Palabra.

· Al hombre le ha sido dada la responsabilidad de formar las vidas de los miembros de su familia para mejorarlos, enseñándolos y cultivándolos para que lleguen a ser todo aquello para lo cual fueron creados por Dios. De esta manera, el hombre se convierte en socio de Dios para hacer cumplir el plan de Dios de creación.

¿EN DONDE ESTA JESUS?

SI SUFRES DESILUSION

Luc.24:13-35

¿Qué deben hacer con su desilusión? ¿Qué pueden hacer con sus corazones destrozados? No nos referimos a los inconvenientes ni a las complicaciones. Estamos hablando de aflicción. De lo que sentían los amigos de Jesús a dos días de su muerte. Su mundo se había desmoronado encima de ellos. Resulta obvio al ver cómo caminan. Sus pies se arrastran, están cabizbajos, sus hombros están caídos. Los once kilómetros que separan a Jerusalén de Emaús deben parecerles ciento diez. Mientras caminan, hablan «acerca de todas estas cosas que habían acontecido» (14). No es difícil de imaginar sus palabras. ¿Por qué se volvió la gente contra Él? Podía haber descendido de la cruz. ¿Por qué no lo hizo? Permitió que Pilato le diera órdenes. ¿Ahora qué hacemos? Mientras caminan, se les acerca un extraño por detrás. Es Jesús, pero no lo reconocen. La desilusión los afecta de esa manera. Les impide ver la presencia misma de Dios.

La desilusión nos hace mirar sólo para adentro. Dios pudiera estar caminando a nuestro lado, pero la desesperación nos nubla la vista. La desesperación hace otra cosa. No sólo nos nubla la vista, sino que también endurece nuestros corazones. Nos volvemos cínicos. Nos volvemos insensibles. De manera que cuando vienen las buenas noticias, no las queremos aceptar por temor a ser nuevamente desilusionados. Eso fue lo que le sucedió a estas dos personas. Al leer las Escrituras no siempre podemos darnos cuenta del tono en que fueron expresadas las palabras. En ocasiones no sabemos si el que habla está jubiloso, triste o en paz. Sin embargo, esta vez queda claro lo que están pensando: Como si no fuera suficiente que hayan matado a Jesús, ahora algún ladrón de tumbas se ha llevado el cuerpo y engañado a algunos de nuestros amigos (Luc. 24:22–24) 22Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; 23y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. 24Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.

Estos dos seguidores no tenían la menor intención de creer a las mujeres. Si me engaña una vez, la vergüenza es suya. Si me engaña por segunda vez, la vergüenza es mía. Cleofas y su amigo están envolviendo su corazón en un cascarón. No volverán a arriesgarse. No volverán a ser lastimados. Esta es una reacción muy común, ¿verdad? ¿Ha sido lastimado por amor? Pues entonces no ame. ¿Una promesa ha sido rota? No confíe más. ¿Su corazón ha sido destrozado? No lo entregue de nuevo. Existe una línea, una fina línea divisoria, el cruzarla puede resultar fatal. Es la línea que separa la desilusión del enojo, la herida del odio, la amargura de la acusación. Si está aproximándose a esa línea, permítame que le inste a no cruzarla. Dé un paso hacia atrás y hágase la siguiente pregunta: ¿Durante cuánto tiempo he de pagar por mi desilusión? ¿Cuánto tiempo más dedicaré a lamer mis heridas? Llegará el momento en que deba seguir avanzando. Llegará el tiempo en que necesite sanidad. Se presentará el momento en el que deberá permitir que Jesús haga por usted lo mismo que hizo por estos hombres.

¿Sabe lo que hizo? En primer lugar se les acercó. No se quejó ante el ángel diciendo: ¿Por qué no pueden creer que la tumba está vacía? ¿Por qué resulta tan difícil convencerlos? ¿Qué fue lo que hizo? Se encontró con ellos en su punto de dolor. Aunque la muerte ha sido destruida y el pecado anulado, Él no se ha retirado. El Señor resucitado nuevamente se ha cubierto de carne, se ha puesto ropa humana y ha buscado nuestros corazones doloridos. Lea sus palabras con cuidado y fíjese si puede descubrir su dolor: (Luc. 24:19-21). 19Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; 20y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. 21Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido.

Ahí está. «Pero nosotros esperábamos». Los discípulos habían esperado que Jesús redimiese a Israel. Ellos habían esperado que Él sacara a patadas a los romanos. Habían tenido la esperanza de que Pilato fuese derrocado y que Jesús fuese instalado. Pero Pilato seguía gobernando y Jesús estaba muerto. Expectativas insatisfechas. Dios no hizo lo que ellos querían que hiciese. Sabían lo que esperaban de Jesús. Sabían lo que Él debía de hacer. No era necesario que le preguntaran. Si Jesús es el Mesías, no dormirá durante mi tormenta. Nunca se morirá. No desafiará a la tradición. Hará lo que se supone que debe hacer. Pero eso no fue lo que hizo. Qué alegría, ¿no? Menos mal que la oración de Cleofas y su amigo no fue respondida, ¿verdad? ¿No le complace que Dios no haya hecho ajustes en su agenda para satisfacer los pedidos de estos dos discípulos?

Eran buenos discípulos. De buen corazón. Y sus oraciones sinceras. Sólo que sus expectativas estaban erradas, y el punto en cuestión es que el conocimiento de Dios acerca de la vida es mayor que el nuestro. La gente quería que Él redimiese a Israel, pero Él sabía lo que les convenía. Prefería que su pueblo fuera oprimido temporalmente y no que se perdiera eternamente. Al ser forzado a escoger entre una batalla contra Pilato y una contra Satanás, optó por la batalla que no podríamos ganar nosotros. Dijo no a lo que ellos querían y sí a lo que necesitaban. Le dijo no a la liberación de Israel y sí a la liberación de la humanidad. Y una vez más, ¿no le alegra lo que hizo? ¿No le alegra lo que hace?

Ahora sea sincero. ¿Nos produce alegría que diga no a lo que queremos y sí a lo que necesitamos? No siempre. Si pedimos un nuevo matrimonio y Él dice honra el que tienes, no nos da felicidad. Si le pedimos sanidad y Él dice aprende por medio del dolor, no nos produce felicidad. Si le pedimos más dinero y Él dice que atesoremos lo invisible, no siempre nos da felicidad. Cuando Dios no hace lo que queremos, no resulta fácil. Nunca lo ha sido. Nunca lo será. Pero la fe es la convicción de que Dios sabe más que nosotros con respecto a esta vida y nos llevará a buen destino. Recuerde que la desilusión es producida por las expectativas insatisfechas. ¿Qué es lo que queremos? Eso es lo que Jesús les preguntó a los discípulos. ¿Qué es lo que quieren? ¿Quieren libertad temporal o eterna? Jesús se dedica a la tarea de reestructurar sus expectativas. ¿Sabe lo que hizo? Les contó la historia. No cualquier historia. Les relató la historia de Dios y de su plan para las personas (27). Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.

Fascinante. La cura de Jesús para el corazón destrozado, es la historia de Dios. Comenzó por Moisés y finalizó consigo mismo. ¿Por qué hizo eso? ¿Por qué volvió a contar el antiguo relato? ¿Por qué retrocedió unos dos mil años hasta la historia de Moisés? Creo que sé el porqué. Lo sé porque lo que ellos oyeron es lo que todos necesitamos oír cuando estamos desilusionados. Necesitamos escuchar que Dios aún tiene el control. Que no se acabará hasta que Él así lo disponga. Necesitamos oír que las desventuras y las tragedias no son motivos suficientes para darse por vencido. Sólo son motivos para mantenerse firmes. Corrie ten Boom solía decir: «Cuando el tren atraviesa un túnel y el mundo se vuelve oscuro, ¿saltas por la ventanilla? Por supuesto que no. Te quedas quieto y confías en que el conductor te llevará fuera de allí». ¿Por qué contó Jesús la historia? Para que supiésemos que el conductor aún controla el tren.

¿Cómo tratar con el desánimo? ¿La cura para la desilusión? Regrese a la historia. Léela una y otra vez. Comprenda que no es la primera persona que ha llorado. Y que no es tampoco la primera en recibir ayuda. Lea la historia y recuerde que ¡su historia también es suya! ¿El desafío resulta demasiado grande? Lea la historia. Es usted el que cruza el Mar Rojo con Moisés. ¿Demasiadas preocupaciones? Lea la historia. Es usted el que recibe la comida del cielo junto con los israelitas. ¿Sus heridas son demasiado profundas? Lea la historia. Usted es José perdonando a sus hermanos por haberlo traicionado. ¿Sus enemigos son demasiado poderosos? Lea la historia. Usted es el que marcha con Josafat a una batalla que ya ha sido ganada. ¿Sus desilusiones le pesan demasiado? Lea la historia de los discípulos que iban camino a Emaús. El Salvador que ellos pensaban que estaba muerto estaba caminando a su lado. Entró a la casa de ellos y se sentó a su mesa. Y algo sucedió dentro de sus corazones. ¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino, cuando nos abría las Escrituras? (32). La próxima vez que se sienta desilusionado, no se deje vencer por el pánico. No salte por la ventanilla. No se dé por vencido. Solo sea paciente y permítale a Dios que le recuerde que El sigue estando al mando.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

LA ALABANZA A DIOS:

¿POR QUE CANTAMOS A DIOS?

En investigaciones recientes, los científicos han descubierto que el cantar genera beneficios al organismo humano. Son muchos los médicos que están aconsejando a sus pacientes tengan tiempos para cantar. Se dice que estimula de manera saludable al sistema circulatorio; favorece el buen funcionamiento de los intestinos; fortalece el sistema inmunológico, eleva sus defensas; genera tranquilidad y calma al sistema nervioso.

También se ha expresado que cuando se canta con sentimientos positivos profundos, sus beneficios se acrecientan; mecanismos del organismo se activan de manera benéfica y saludable; además el cuerpo segrega sustancias químicas benéficas; tales como las endorfinas que es una especie de morfina natural del organismo, las cuales contienen altos poderes analgésicos y mitigan el dolor.

Hasta aquí estamos asentando principios naturales en relación a la vida física de las personas, y esto no puede negarse, pues basta observar la condición de las personas o su estado de ánimo cuando se exponen a escuchar algún tipo de canto, o ellas mismas cantan, son embargadas por sentimientos diversos de acuerdo al mensaje y sentimiento de las canciones, pues cantar no es simplemente el hecho de entonar una canción con letra y música, va más allá de ello. Se estimula el ánimo, alegría, melancolía, tristeza, motivación y otros tipos de sentimientos de acuerdo al mensaje de la canción escuchada.

Espiritualmente: Los principios sobre el cantar y sus efectos se elevan, se multiplican, se extienden; se eleva su capacidad benéfica debido a que los cantos cuando se fundamentan en Dios o para Dios, se activan elementos y poderes supremos, misteriosos e inexplicables. Son poderosos los cantos en Dios; beneficios insospechados se generan afectando la vida del creyente que los canta, se desatan influencias celestiales y eternas que afectan la Naturaleza del creyente; no solo beneficia el organismo de la persona, afecta espíritu, alma y cuerpo. (1ª Tes. 5:23).

Se ha dicho que las canciones son alimento para el alma, pero cuando son cantos en Dios, son alimentos para el espíritu, alma y cuerpo. Toda esta influencia y sus efectos son elementos espontáneos, sin duda, afectan porque afectan. Con cuanta intención y razón la Palabra de Dios aconseja y ordena: “Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra” (Sal. 100:1) Hay personas no cristianas que expresan que tal parece que el Dios de la Biblia es una Persona egocéntrica, o centralista de toda atención; un Dios que pide y exige toda alabanza y adoración. Pero lo que ellos no saben es que el principio del efecto bumerang se aplica al creyente que ora, alaba y adora. Si meditamos acerca de Dios como el Origen, Causa y Creador de todo tipo de vida; además el Sustentador de todas las cosas existentes, eso sería motivo total para cantarle, alabarle y adorarle. Además de ser el Dueño de nuestra existencia personal.

Sin embargo, sustentando la práctica de orar, cantar, alabar y adorar sobre el principio causa y efecto, o el efecto bumerang, Dios manda hacer ello para que el cristiano adquiriera beneficios que sustenten su salud natural y espiritual sobre su ser entero, y sobre todo, obtenga ganancias espirituales específicas y particulares. Por ejemplo, al cantar con respeto, fe y convicción, entonces algún ámbito de la naturaleza divina es tocada, se desprende de Sí, y regresa al creyente que ora, canta, alaba y adora; lo envuelve con una porción nueva de la naturaleza del Señor. Por ello la Escritura ordena cantar al Eterno Dios.

Se dice que cada nombre o título que Dios ha establecido y usado para hablar de la inmensidad de Su naturaleza tiene una razón de ser, y con propiedades únicas y singulares. La Escritura habla de Dios como el Omnipotente Shaddái, el Altísimo Elyon; Elohym; Jehova la Existencia; el Dios Fuerte (El-Guibbor); el Eterno Olám; El Pastor Raá; el Sanador Rafá; el Dios de Paz Shalom; Jesús, el Rey…. Debemos de saber que cada nombre o titulo tiene un significado que habla de aspectos particulares de la total naturaleza de Dios. Cada nombre o titulo posee ministerios especiales para con el creyente que lo invoca y lo canta. Es por esa causa que de manera personal y congregacional se debe cantar con visión, con inteligencia, sabiendo a que nombre de Dios cantamos, y sin duda el creyente recibirá los beneficios y ministración de ese nombre de Dios, o ese aspecto de la Naturaleza del Señor. Al cantar a alguno de los nombres de Dios con respeto y fe, entonces el aspecto de la naturaleza del Señor mencionado e invocado a través del canto, es tocado, se mueve y se desprende de Él, una medida de esa naturaleza se dirige al creyente que canta y lo afecta y beneficia de manera especial en ese ámbito de Su naturaleza. Consideremos algunos ejemplos.

“Cantad a nuestro Rey, cantad” (Sal. 47:6) Cantad Hebreo: Zamar Significa: Cantar, rasgar, podar, estremecer, entonar alabanzas.

Este tipo de canto al Rey es singular, cuando se entona este tipo de cantos acompañados de reverencia, respeto, sumisión y rendición al Rey, al Señor Jesucristo, reconociendo Su perfecto control sobre nuestra vida; reconociéndolo como nuestro Amo, Dueño y Señor; como el Supremo Gobernante en todas las cosas, entonces de Él brotará y se desprenderá un tipo de poder o influencia que vendrá a la vida del creyente, y que le llevará a vivir una vida de dominio o gobierno sobre todo aquello que es un obstáculo o un impedimento para avanzar rumbo a la perfección en la

Estatura del Señor Jesucristo, el Rey. El cantante en este caso crecerá en una naturaleza para reinar y gobernar sobre cualquier tipo de enemigo espiritual; adquirirá nuevos aspectos de dominio sobre el enemigo interno que es llamado: La vieja naturaleza o el viejo corazón; o todo tipo de enemigo externo, ya se trate del mundo o los ejércitos de Lucifer. Todo esto lo adquiere de manera espontánea y como efecto del cantarle al Rey. Veamos otro ejemplo: “Cantad a Jehová, vosotros sus santos” (Sal. 30:4) Jehová habla del Dios de la vida, de la existencia; del origen de todo aliento, soplo, vitalidad y respiración. Cantamos a Jehová pronunciando vez tras vez Su nombre; entonces ¿Qué va a suceder en la vida del creyente que canta?

Del ámbito o mundo espiritual invisible de Dios, se moverán y se desprenderán de Él elementos espirituales que se dirigirán al que canta y le otorgarán nuevos aspectos de vida, de existencia, de respiración, aliento y un nuevo Soplo de Dios. Mas tu sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío.” (Jon. 2:6) Si nuestro canto exalta, levanta o pone en alto el nombre de Jehová, entonces la naturaleza de vida, de existencia, respiración y nuevo aliento, de manera espontanea sacará de la sepultura o de la muerte.

Sacaste: Hebreo: alá. y Significa: Ascender, alzar, crecer, elevar, enaltecer, encender, ensanchar, escalar, exaltar, levantar, realzar, sobrepasar, subir, trepar. Da la idea de: subir u ofrecer un holocausto u ofrenda.

Sepultura: Hebreo: Shakjat. Y Significa: Pozo, abismo, trampa, destrucción, corrupción, sepulcro, hoyo, matar, destrucción, enloquecer, estropear, ruina, podrir.

No importa qué tipo de muerte estemos experimentando, no importa si ya apestamos y estamos bien muertos; no importa si estamos en completa ruina y descomposición. ¿Estamos en el abismo o pozo Shakjat? Los cantos con reverencia a Jehová, a la Existencia y Vida sacarán y levantarán de la sepultura o del hoyo. ¡Son poderosos los cantos!! Otro principio en relación al cantar: “…y el cantico del cordero…”. (Ap. 15:3)

Cordero: Hebreo: say. Significa: Un cordero, pequeño, chico, menudo, diminuto, insignificante, humilde, bajo de estatura, menor.

El cordero habla de humildad y dependencia; habla de una criatura limpia e inofensiva. Cuando entonamos nuestro canto al Cordero de Dios, al Señor Jesús humilde y dependiente de Su Padre…Si lo cantamos de una manera profunda y con respeto, entonces de Él como Cordero brotarán los elementos estimulantes que volverán al creyente cantador y afectarán su espíritu, alma y cuerpo. El creyente al cantar al Cordero, crecerá poco a poco en la naturaleza humilde que le llevará a expresar: Soy nada; tengo nada; puedo nada; sé nada, fuera de Ti oh Dios. Vivirá cada vez más una vida sin ostentaciones y prepotencia; inocente e inofensiva como la de un cordero. ¿Son poderosos los cantos? ¡Claro! Al dirigirlos a Dios se activan elementos y poderes sobrenaturales y divinos a favor del que los canta.

La abundancia y la grandeza como personas y como cristianos o en el ministerio se fundamenta al vivir delante de Dios en una condición pequeña, diminuta e insignificante como la de un cordero, entonces de manera espontanea Dios engrandece y exalta. Si se desea vivir una vida gigante como cristiano, ello se fundamenta primero sobre lo pequeño, humilde, insignificante, pequeño y menudo. Siendo el más pequeño entre los pequeños. Otro principio acerca de los cantos: “Canta y alégrate hija de Sion” (Zac. 2:10) “Verán a Dios en Sion” (Sal. 84:7)

Sión: Hebreo: Tsión. Significa: Seco, desértico, soleado, calcinado, nada, sin nada, hay nada, solitario, infructuoso, desamparar, sin interés.

La Escritura menciona que como hijas de Sión entonemos cantos a Dios, o en experiencias de ese lugar. ¿Cuál es la naturaleza de Sion?: Nada, solitario, infructuoso, desamparado, tiempos desérticos, como calcinados, tiempos de nada de cariño, de palabras tiernas atenciones y reconocimientos. Nada de salud, sin dinero, no elogios, solo ceros y más ceros. Además, nada de ganas de orar, ni estudiar la Palabra, pero dice la Escritura: “Canta y alégrate hija de Sión”. Porque entonces cuando lo hagas, me podrás ver; tendrás una nueva experiencia una nueva visión; serás vestido de Mi gloria en nuevos aspectos de tu vida”.

Entonces: Cantemos aun en medio de la nada, en medio de Sión. Hagámoslo aún cuando no sintamos hacerlo o sentirlo. Dios será fiel para dejarse ver: “Pero a media noche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios… entonces sobrevino de repente un gran terremoto…”. (Hech. 16:25-26) En un principio, o en un sentido los cantos generan liberación, claro, generan muchas otras cosas, pero en la Escritura siguiente menciona su poder de liberación; los cimientos de la cárcel se conmovieron, se sacudieron y entonces la puertas de la prisión se abrieron y Pablo y Silas fueron envueltos con liberación. “Con canticos de liberación me rodearas” (Sal. 32:7)

Canticos: Hebreo: ron. Significa: Canción, cantar, alegría, gozo, jubilo, regocijo, gritar. Grito de independencia: Ranán.

Liberación: Hebreo: Palet. Escape, escurrirse, librar, guardar, salvar, seguridad.

De acuerdo a este principio: ¿Qué generan los cantos o el cantar? ¿Qué van a ocasionar los cantos de gozo y alegría? Claro, ellos fundamentados en Dios. De manera espontanea. Ellos traen o generan una posición de seguridad, de tranquilidad. Es necesario que estemos conscientes del hecho de que Dios demanda la observancia de Sus reglas y mandatos en relación a lo que debemos hacer para ver que sus poderes y Su gloria se desaten y se muevan a favor del creyente. No tendremos los beneficios de la naturaleza liberadora si no obedecemos la Escritura. Si dice: “Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra” (Sal. 100:1) Entonces tenemos que obedecer y hacerlo, lo sintamos o no lo sintamos, solo tenemos que hacerlo y entonces veremos la salvación del Todopoderoso. Los cantos generan una puerta de escape, o de escurrirse del dominio de los adversarios y oponentes que se mueven en las tinieblas y buscan aprisionar, ligar, atar y encarcelar al creyente para limitarlo en su vida espiritual cristiana. ¿De qué necesitamos ser librados? Veamos:

· De peligros de muerte: (Prov. 24:11) Libra a los que son llevados a la muerte; Salva a los que están en peligro de muerte.

· De bocas de leones y de los cuernos de los búfalos. (Sal. 22:21) Sálvame de la boca del león, Y líbrame de los cuernos de los búfalos.

· De hombres sanguinarios, feroces, vengativos e iracundos. (Sal. 59:2) Líbrame de los que cometen iniquidad, Y sálvame de hombres sanguinarios.

· De perseguidores. (Sal. 7:1) Jehová Dios mío, en ti he confiado; Sálvame de todos los que me persiguen, y líbrame.

· De fuegos, pasiones y malos deseos. (Jud. 23) A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne.

· De las obras de la carne que batallan en el ser interno. (Gál. 5:19-21) 19Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.

· De vientos, tempestades, y aguas que amenazan en hundirnos espiritual, emocional, sentimental y físicamente. (Mat. 14:30) Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo !Señor, sálvame!

Los cantos son una respuesta; generan elementos salvadores y libertadores que hacen escapar de todos estos tipos de condiciones opresivas. Todo esto es por medio del cantar con reverencia, fe y convicción plena de que Dios cumplirá Su propósito cada vez que obedezcamos Su Palabra: Por eso el salmista dice: 1Venid, aclamemos alegremente a Jehová; Cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación. 2Lleguemos ante su presencia con alabanza; Aclamémosle con cánticos. (Sal. 05:1-2)

miércoles, 16 de noviembre de 2011

CAPSULA DE AMOR:

EL PODER DE UNA ORACIÓN

Mar. 9:14-29

A la mayoría nos vendría bien un ajuste en nuestras vidas de oración. A algunas de ellas les falta estabilidad. Se encuentran en un desierto o en un oasis. Períodos largos, áridos y secos interrumpidos por breves zambullidas en las aguas de comunión. Pasamos días o semanas sin oración estable, pero luego sucede algo, escuchamos un sermón, leemos un libro, experimentamos una tragedia, algo nos conduce a la oración, de manera que nos zambullimos. Nos sumergimos en la oración y salimos refrescados y renovados. Pero al retomar la travesía, nuestras oraciones quedan atrás.

Hay otros que estamos necesitados de sinceridad. Nuestras oraciones son un tanto huecas, memorizadas y rígidas. Más liturgia que vida. Y a pesar de ser diarias, son aburridas. Existen otros más que carecen de honestidad. Sinceramente nos preguntamos si la oración es relevante. ¿Por qué razón querría hablar conmigo el Dios de los cielos? Si Él lo sabe todo, ¿quién soy yo para decirle cosa alguna? Si Él todo lo controla, ¿quién soy yo para hacer cosa alguna? Si está lidiando con la oración, tengo justo al hombre para usted. No se preocupe no se trata de un santo monástico. Ni de un apóstol de rodillas callosas. Tampoco se trata de un profeta cuyo segundo nombre es Meditación. O de una persona tan santa que nos recuerde hasta qué punto debemos profundizar en la oración.

Es justamente todo lo opuesto. Es un compañero en la fumigación de cultivos. Un padre de un hijo enfermo que tiene necesidad de un milagro. La oración del padre no es gran cosa pero la respuesta y el resultado nos recuerdan: el poder no está en la oración; está en el que la oye. Oró en su desesperación. Su hijo, su único hijo, estaba poseído por un demonio. No sólo era sordo, mudo y epiléptico, sino que también estaba poseído por un espíritu maligno. Desde la infancia del muchacho, el demonio lo había lanzado en el fuego y en el agua. Imagine el dolor del padre. Otros padres podían observar cómo sus hijos crecían y maduraban; él sólo podía observar cómo el suyo sufría. Mientras otros enseñaban a sus hijos un oficio, él sólo intentaba mantenerlo con vida. ¡Qué desafío! No podía dejar solo a su hijo siquiera por un minuto. ¿Quién sabía cuándo sobrevendría el siguiente ataque? El padre debía permanecer de guardia, atento las veinticuatro horas del día. Estaba desesperado y cansado y su oración refleja ambas cosas. «Pero si tú puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros y ayúdanos» (22). Escuche esa oración. ¿Le suena valiente? ¿Confiada? ¿Fuerte? No lo creo. Un solo cambio de palabras habría marcado una gran diferencia. ¿Qué tal si en lugar de usar la palabra si hubiese dicho ya que? «Ya que puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros y ayúdanos». Pero eso no fue lo que dijo. Dijo sí. El griego es aún más enfático. El modo utilizado implica duda. Es como si el hombre estuviese diciendo: «Esto tal vez esté fuera de tu ámbito, pero si tú puedes…» Más humilde que imponente. Más tímido que elevado. Más semejante a un cordero cojo acercándose a un pastor que a un león rugiendo en la selva. Si esa oración suena semejante a la suya, no se desanime, pues allí es donde comienza la oración. Comienza siendo un anhelo. Una súplica sincera. Nada de apariencias falsas. Nada de jactancias. Nada de posiciones asumidas. Sólo oración. Oración endeble, pero oración al fin.

Tenemos la tentación de posponer la oración hasta que sepamos cómo orar. Hemos escuchado las oraciones de los que son espiritualmente maduros. Hemos leído de los rigores de los disciplinados. Y estamos convencidos de que nos aguarda una larga travesía. Ya que preferiríamos no orar antes que orar de manera endeble, no oramos. U oramos de manera infrecuente. Estamos esperando aprender a orar antes de hacerlo. Menos mal que este hombre no cometió ese mismo error. La oración no era su fuerte. Y la suya no fue gran cosa. ¡Hasta él mismo lo reconoce! «Creo», imploró. «Ayúdame en mi incredulidad» (Mar. 9:24).

Pero Jesús respondió. Respondió no a la elocuencia del hombre, sino a su dolor. Jesús tenía muchos motivos para ignorar el pedido de este hombre. En primer lugar Él recién regresaba de la montaña, del Monte de la Transfiguración. Mientras estuvo allí su rostro se cambió y su ropa se volvió blanca y resplandeciente (Luc. 9:29) Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente. Un brillo impactante había fluido de Él. Las cargas terrenales fueron reemplazadas por los esplendores celestiales. Moisés y Elías vinieron y los ángeles dieron ánimo. Fue elevado por encima del polvoriento horizonte terrestre e invitado a entrar en lo sublime. Fue transfigurado. El viaje hacia arriba causó regocijo. Pero el viaje hacia abajo fue descorazonador. Observe el caos que lo recibe a su regreso. Los discípulos y los líderes religiosos están discutiendo. Una multitud de curiosos está mirando. Un muchacho, que había sufrido durante toda su vida, está en exposición. Y un padre que había venido buscando ayuda está desalentado, preguntándose por qué ninguno puede ayudarlo.

Con razón Jesús dice: ¡Oh, generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? (19). Nunca antes ha sido tan marcada la diferencia entre el cielo y la tierra. Nunca antes ha sido tan endeble la arena de la oración. ¿Dónde está la fe en este cuadro? Los discípulos han fracasado, los escribas están entretenidos, el demonio está victorioso y el padre está desesperado. Le sería muy difícil encontrar una aguja de fe en ese pajar. Hasta es posible que le resulte difícil encontrar una en su propio pajar. Tal vez su vida también esté a gran distancia del cielo. Una casa ruidosa: Niños que gritan en lugar de ángeles que cantan. Religión divisiva: Sus líderes se dedican más a la discusión que al ministerio. Problemas que le superan. No puede recordar cuándo fue que no se encontraba con este demonio al despertar. Y sin embargo de entre el ruido de la duda surge su tímida voz. «Si tú puedes hacer algo…»

¿Tal oración tiene relevancia? Permita que Marcos le responda esa pregunta: (Mar. 9:25-27) 25Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él. 26Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto. 27Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó.

Esto turbó a los discípulos. No bien se alejaron de la multitud le preguntaron a Jesús: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? ¿Su respuesta? «Esta clase de espíritu con nada puede salir, sino con oración». ¿Cuál oración? ¿Cuál oración fue la que tuvo relevancia? ¿Fue la oración de los apóstoles? No, ellos no oraron. Deben haber sido las oraciones de los escribas. Tal vez fueron al templo e intercedieron. No. Los escribas tampoco oraron. Entonces debe haber sido la gente. Tal vez organizaron una vigilia a favor del muchacho. No. La gente no oró. Ni siquiera se dobló una rodilla. ¿Entonces cuál fue la oración que llevó a Jesús a liberar al muchacho, del demonio? Sólo hay una oración en la historia. Es la oración sincera de un hombre que sufre. Y ya que Dios se conmueve más por nuestro dolor que por nuestra elocuencia, respondió. Eso es lo que hacen los padres. Y Dios hace lo mismo. Nuestras oraciones pueden ser torpes. Nuestros intentos pueden ser endebles. Pero como el poder de la oración está en el que la oye y no en el que la pronuncia, nuestras oraciones sí tienen relevancia.

martes, 15 de noviembre de 2011

UNA CAPSULA DE AMOR:

Ola mi amigo: En estos días de turbulencia financiera y falta de trabajo, es muy fácil preocuparse. Jesús, nuestro amigo fiel, nos conoce mejor que nadie. Él conoce nuestra tendencia a impacientarnos por aquello que no podemos controlar. Por eso Él dijo (y te lo recuerdo en este día): (Mat. 6:25-34) 25Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? 27¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? 28Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; 29pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. 30Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? 31No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 32Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. 33Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. 34Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.

Así que, amigo, pon tus preocupaciones en las manos de Dios, pues él tiene cuidado de ti. (1ª P. 5:6-7) 6Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; 7echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.

Recuerda que Jesús les dijo a sus discípulos: (Jn. 14:1) No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. Y más adelante les vuelve a decir: (Jn. 14:27) La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Pablo dice a la iglesia de Filipo y de Colosa: (Fil. 4:6-7): 6Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. 7Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. (Col. 3:15) Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. E (Is. 26:3) Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. A pesar de todas las cargas y tribulaciones por las que estaba viviendo, el salmista conocía la paz de Dios en medio de la tormenta: (Sal. 4:8) En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.

Amigo, no dejes que las preocupaciones de esta vida ganen la batalla robándote la preciosa paz que Dios te ha regalado. Recuerda que: (Fil. 4:19) Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.

Por eso: (Sal. 91:1-2) 1El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente. 2Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré.

Amigo mío, en este día podemos orar como el salmista: (Sal. 138:7) Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás; Contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano, Y me salvará tu diestra.

Además, aunque pasemos dificultades no nos desanimemos. Aunque tengamos preocupaciones, no perdamos la calma: (2ª Cor. 4:8-9) 8que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; 9perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos.

(Heb. 10:35-36) Nos invita: 35No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; 36porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.