viernes, 7 de septiembre de 2012

CÁPSULA DEL DIA:

COMIENZA A HABLAR PALABRAS DE FE

(Mat. 12:34) !Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. Así como las palabras sin fe no tienen ningún efecto, la fe sin palabras tampoco. Ambas son necesarias para activar la ley de la fe. Hay muchos creyentes que ignoran ese principio; están hablando siempre palabras de duda y de incredulidad. Luego, un día se les ocurre levantarse y decir algunas palabras de fe, y con ellas esperan mover montes; pero para su sorpresa, los montes no se mueven. ¿Por qué no se mueven? Pues, como dice: (Mat. 12:34-35) 34!Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. 35El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. Las palabras que vienen del corazón son las que producen resultados. La persona que dice algunas palabras de fe de vez en cuando, no las está diciendo de la abundancia de su corazón, por eso no son eficaces. ¿Quiere eso decir que usted no debería hablar palabras de fe hasta que no esté seguro de que tiene la fe para respaldarlas?
¡No! Hablar palabras de fe es un buen ejercicio espiritual. Por ejemplo, en lo que concierne a la salud, si quiere recibir sanidad por la fe, someta su mente y su boca a la Palabra de Dios. En vez de hablar de lo mal que se siente, repita lo que dice (Is. 53:5) Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Tradúzcalo como sigue: “Mas [Jesucristo] herido fue por [mis] rebeliones, molido por [mis] pecados; el castigo de [mi] paz fue sobre él, y por su llaga [fui yo curado]” Al meditar más en esas palabras y repetirlas, la verdad en ellas contenida empezará a penetrar y a arraigarse en su corazón. Con el tiempo usted estará hablando de la abundancia de su corazón. Y cuando eso suceda, las circunstancias en que usted esté no importarán, porque sabrá que tendrá lo que ha estado pidiendo, y ni el diablo mismo podrá persuadirlo de lo contrario. Usted habrá pasado de la esperanza a la fe, entonces empezará a ver los montes moverse.

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