viernes, 7 de septiembre de 2012

¿QUÉ QUIERES DE DIOS?

DIOS TIENE UN POR QUÉ ESPIRITUAL
(Hag. 1:9) Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y yo lo disiparé en un soplo. ¿Por qué? dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa. La Nueva Versión Internacional dice: “Ustedes esperan mucho, pero cosechan poco; lo que almacenan en su casa, yo lo disipo de un soplo. ¿Por qué? ¡Porque mi casa está en ruinas, mientras ustedes sólo se ocupan de la suya! afirma el Señor Todopoderoso” Esperamos una contraprestación por lo que damos. Todos los seres humanos somos interesados. Aun en el nombre del amor y de la filantropía esperamos una retribución por lo que damos. Amamos a quien nos retribuye. Invitamos a cenar a casa a los amigos que nos pueden devolver la invitación. Esta tendencia egoísta es propia de cada ser humano. Algunos más, otros menos, todos lo manifestamos de alguna manera. Incluso nos manejamos así con Dios. Pensamos que Él piensa igual que nosotros y nos manejamos con Dios como con nuestros padres. Damos esperando recibir algo a cambio. Y por lo general, damos menos de lo que esperamos recibir.
Esta actitud tan del siglo XXI, era la misma que tenían aquellos judíos en los tiempos del profeta Hageo. Ellos pensaban que estaban agradando a Dios. Creían que estaban satisfaciendo las demandas divinas y en consecuencia esperaban retribución. Pero miraban los resultados y cada vez tenían menos. Esperaban mucho de sus sembradíos pero cosechaban poco. Trabajaban mucho, pero cobraban poco. Almacenaban mucho, pero disponían de poco. Y la ecuación no les cerraba. Aquellos judíos analizaban sus actos y consideraban que debían recibir más de lo que estaban obteniendo. No había ninguna razón lógica para esa tendencia. Se esforzaban, trabajaban, se sacrificaban pero no conseguían lo que esperaban. La respuesta a sus interrogantes, se las da el profeta con claridad. Ellos habían edificado casas preciosas, con lujo y comodidades; pero la casa de Dios estaba desolada. El templo estaba arruinado, pero sus casas estaban como nuevas. Por eso es que Dios no prosperaba sus trabajos. Hoy Dios sigue teniendo la misma filosofía. Y en el plano espiritual, muchas veces creemos que merecemos las bendiciones de Dios por cumplir con algunas pautas o mandamientos. Suponemos que Dios debe bendecirnos por ir a la iglesia, leer la Biblia o tener algún ministerio. Y creemos que podemos negociar con Dios, dándole algo a cambio que nos retribuya como esperamos. Este es un gravísimo error. Dios no tiene nuestra mente de billetera. Y sus bendiciones, por ser un Ser espiritual, son espirituales. No midas las bendiciones de Dios por el dinero. Vas a frustrarte como los compañeros de Hageo. Recuerda: Dios tiene un por qué espiritual.

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