jueves, 16 de febrero de 2012

ALIMENTEMOS NUESTRA ALMA:


NUESTRO ÉXITO ES ROTUNDO
En (Luc. 15:21-24) encontramos lo siguiente: 21Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. 22Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. 23Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; 24porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. Demostrar su valía: eso es lo que usted tiene que estar haciendo en el mundo de hoy, ¿cierto? En el trabajo, trata de convencer a sus compañeros de que merece el dinero que gana; entre amigos, trata de convencerlos de que merece la amistad de ellos; en el hogar, trata de convencer a su familia de que merece que lo amen. ¿Hay alguna salida? Por supuesto que la hay: se llama “gracia“. La gracia es el favor y la aceptación que recibimos sin merecerlas. Hay sólo un lugar donde se puede encontrar: en el corazón de Dios.
No hay mejor cuadro de la gracia de Dios que el de la parábola del hijo pródigo. A diferencia de la gente de aquel tiempo, pocos de nosotros podemos identificarnos con el impacto que tuvo en los que la oyeron. Según las costumbres de aquellos tiempos, el hijo pródigo había cometido uno de los actos más despreciables. No solo se había aprovechado de su padre y gastado la herencia en una vida desenfrenada, sino que había abandonado la nación de Israel y había hecho pacto con un extranjero: un criador de cerdos, que fue lo peor que pudo haber hecho. Según ellos, la rebelión del hijo era tan grave que lo único que le quedaba al padre por hacer era repudiarlo.
Pero eso no fue lo que hizo este padre. Él recibió con los brazos abiertos a su hijo arrepentido. Le mostró “gracia” “favor inmerecido”, no porque el hijo la mereciera o se la hubiera ganado, sino por el amor que tenía como padre. La próxima vez que trate de pagarle a Dios por algo malo que haya hecho, para ganarse otra vez su favor, recuerde la parábola del hijo pródigo. Ella le enseña que a pesar de sus pecados, su Padre celestial le ha recibido con los brazos abiertos, le ha vestido con la justicia de Cristo y le ha puesto su anillo y el calzado de hijo de Dios. ¿Se siente indigno de esas cosas? Pues, está bien que se sienta así porque Dios no se las ha concedido basado en los méritos suyos, sino basado en el amor que Él le tiene y en los méritos de Cristo. No tiene que demostrar a Dios su valía, porque para Él usted es un éxito rotundo.
BIENVENIDO
            (Luc. 15:2) dice: y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. “Éste recibe a los pecadores, y come con ellos” Consideremos a dos pecadores a quienes acogió Jesús: El primero fue Mateo. Como recaudador de impuestos para los romanos, era odiado por su propia gente, los judíos. Pero Jesús tenía un plan especial para él. Puesto que era experto en dejar constancia escrita de las cosas, Jesús no sólo salvó su alma, sino que también rescató sus talentos. Gracias a eso, este hombre escribió el primero de los cuatro Evangelios. ¿Sigues pensando que Dios no te puede usar? ¡Te equivocas! Sorprende que Mateo invitara a Jesús a comer a su casa. Pero el hecho de que Jesús aceptara es aún más fascinante. Lo hizo porque “éste recibe a los pecadores” El segundo fue Zaqueo. Éste anhelaba tanto ver a Jesús que se subió a un árbol; estaba dispuesto a hacer algo fuera de lo normal para encontrar a Dios. (Luc. 19:5-10) 5Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. 6Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. 7Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. 8Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. 9Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. 10Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Amado amigo y hermano en la fe, La Biblia dice que Dios, “Es galardonador de todos los que le buscan: (Heb. 11:6) Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Tú también sé diligente en tu búsqueda. Persiste en ello y sigue firme en tu peregrinaje. No te embarques en la persecución vana de posesiones y posiciones; busca al Señor. ¡No serás decepcionado!
LA MÁSCARA
Cada vez que me pongo una máscara para tapar mi realidad, fingiendo ser lo que no soy, fingiendo no ser lo que soy, lo hago para atraer a la gente. Luego descubro que solo atraigo a otros enmascarados, alejando a los demás, debido a un estorbo: la máscara. Uso la máscara para evitar que la gente vea mis debilidades; luego descubro que al no ver mi humanidad, los demás no me quieren, por lo que soy, sino por la máscara. Uso una máscara para preservar mis amistades; luego descubro que si pierdo un amigo por haber sido auténtico, realmente no era amigo mío, sino de la máscara. Me pongo una máscara para evitar ofender a alguien y ser diplomático; luego descubro que aquello que más ofende a las personas con las que quiero intimidar, es la máscara. Me pongo una máscara, convencido de que es lo mejor que puedo hacer para ser amado. Luego descubro la triste paradoja: lo que más deseo lograr con mis máscaras, es precisamente lo que impido con ellas. Interesante ¿no cree?
Gilbert brenson.


EL HERRERO, LA ESPADA Y EL ACERO
            (Stgo. 1:2-4) dice: 2Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, 3sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. 4Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. Cuenta la historia de un herrero que después de una juventud llena de excesos y arrepentido, entregó su vida a Dios. Durante muchos años trabajó con ahínco tratando de servir a Dios con sinceridad, practicó la caridad. Pero a pesar de toda su dedicación, nada parecía nadar bien en su vida. Muy por el contrario, sus problemas se acumulaban. Una tarde, un amigo que lo visitaba y sentía compasión por su situación difícil le comentó: Realmente es muy extraño que justamente después de haber decidido volverte un hombre temeroso de Dios, tu vida haya comenzado a empeorar. No deseo debilitar tu fe, pero a pesar de tus creencias en el mundo espiritual, nada ha mejorado.
El herrero no respondió enseguida. Esa misma conclusión la había pensado muchas veces sin entender lo que sucedía en su vida. Sin embargo no quería dejar a su amigo sin respuesta, comenzó a hablar y encontró la explicación que buscaba. A veces el acero que llega a mis manos no logra soportar este tratamiento, dijo. El calor, los martillazos y el agua fría terminan llenándolo de rajaduras. En ese momento me doy cuenta que jamás se transformará en una buena hoja de espada. Entonces simplemente lo tiro al montón de fierros que ves en la entrada del taller. Sé que Dios me hace pasar por el fuego de las aflicciones. Acepto los martillazos que la vida me da, y a veces me siento tan frío e insensible como cuando el agua hace sufrir al acero. Pero la única cosa que pienso es: Dios mío, no desistas, hasta que consigas darme esa forma ya provista para mí en Cristo. Inténtalo de todas las maneras que te parezca mejor, por el tiempo que quieras, pero nunca me pongas en el montón de fierros viejos de las almas. Para que un día yo también pueda decir: He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Reflexión: Dios quiere hacerte una poderosa espada. No te tires al montón de fierros viejos.

LA SALVACIÓN DE DIOS ES PODEROSA
            Para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. Dice: (1ª Cor. 2:5). Y (Gál. 1:9) dice: Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema. Recuerde, Dios es soberano: (Sal. 115:3) Nuestro Dios está en los cielos; Todo lo que quiso ha hecho. No tiene que rendir cuentas a nadie: (Job 33:13) ¿Por qué contiendes contra él? Porque él no da cuenta de ninguna de sus razones. Aunque al hombre le gustaría inmiscuirse en los planes de Dios. Naamán quería ser sanado de la lepra, pero había escogido su manera: (2º R. 5:11) Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. Pero no sucedió nada de eso; la sabiduría de Dios quiso proceder de forma diferente: obedecer a su palabra era el único método para sanar. Los israelitas mordidos por las serpientes morían en el desierto. Entonces rogaron a Moisés para que pidiese a Dios que quitara las serpientes (Núm. 21:7). Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo. Eso hubiese sido posible, pero Dios había decidido actuar de otra manera. Él es soberano: ¿Quién le dirá: Qué haces? (Job 9:12). He aquí, arrebatará; ¿quién le hará restituir? ¿Quién le dirá: ¿Qué haces? No destruyó a las serpientes, pero puso a disposición el medio seguro para resolver el problema. La Biblia dice que ante Dios todos los hombres estamos muertos en nuestros pecados. ¿Quién podrá salvarnos? He aquí la respuesta: (Ef. 2:8) Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; Eso significa reconocer que no podemos hacer algo para salvarnos. Para ser salvos por la fe es necesario creer que Jesús murió por cada uno de nosotros para expiar nuestros pecados. (Gál. 2:20) Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. ¡El Hijo de Dios, me amó y se entregó a sí mismo por mí! ¿Qué, sino la gracia divina puede derribar el orgullo?

LA FUENTE DE VIDA Y NO DE MUERTE
            (Jn. 10:10) El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Se cuenta que, años atrás, en Chicago, después de un accidente de carro, un policía levanto a los padres para reportar la muerte de su hija única. El policía informó que una botella de bebida alcohólica fue encontrada en el coche destruido. Al oír eso, el padre se puso airado y dijo: “Cuando descubra al hombre que vendió bebida alcohólica para estos niños, yo lo mataré”. Más tarde, al buscar una de sus botellas de bebida, encontró una pequeña nota con la letra de su hija, donde estaba escrito: “Papá, cogimos una de sus botellas de bebida. Sé que usted no se importará.” ¿Como ha sido nuestro ejemplo para nuestros hijos, parientes y amigos? ¿Qué han aprendido de nosotros? Como cristianos, deberíamos ser imitados en nuestras buenas actitudes y no copiados en nuestros errores y debilidades. Si somos la luz del mundo, todos están atentos a lo que hablamos y hacemos. Nuestros familiares nos están viendo, nuestros amigos contemplan cada una de nuestras acciones, nuestros vecinos perciben nuestro ir y nuestro venir. Todas las miradas están, siempre, fijas en nuestras vidas. Cuando somos bendición en las manos del Señor, todos a nuestro alrededor son contaminados con nuestra dicha. Cuando avergonzamos el nombre de Jesús y actuamos de tal forma que entristecemos su corazón, la luz se apaga, la risa desaparece, las flores secan, y los pájaros dejan de entonar bellas melodías. Todos sufren cuando no somos lo que el Señor espera que seamos. El padre de nuestra historia fue, indirectamente, el causante de la muerte de su hija. Nosotros, cuando hacemos lo que desagrada a Dios, acabamos siendo culpables por la muerte espiritual de muchos de nuestros amigos. Quiero que mis hijos, parientes y amigos solo encuentren bendiciones entre mis pertenencias. Quiero que aprendan a sonreír y cantar con mi testimonio. ¿Quiero ser recordado como una fuente de regocijo y nunca como una justificativa para quejas y murmuración? Si usted quiere que todos sus amigos vivan abundantemente, sea una vida abundante delante del Señor que es Vida, verdadera y eterna.

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