martes, 28 de febrero de 2012

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APRENDA LAS ESCRITURAS AL COMPARTIRLA CON LOS DEMÁS
(Sal. 119:11) En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti. ¿Alguna vez has tenido una conversación profunda con un amigo que era tan profunda que necesitas repetir de nuevo  lo que acabas de decir por que sólo así sabrás que él estaba escuchando? Eso no es sólo un método ideal para una conversación profunda con un amigo, es también una gran manera de hablar con Dios. Le podemos llamar el método parafraseando a la meditación bíblica. Es muy simple realmente. Se toma un versículo de la Biblia que usted está leyendo o estudiando, piensas en ello durante un rato, y luego reformulas y lo dices en tus propias palabras. Al final, el querer ser capaz de explicar un versículo o párrafo de la Biblia en tus propias palabras, no es suficiente para conocer la Biblia. Tenemos que entender la Biblia. (Y luego tenemos que hacer lo que dice la Biblia) Una vez que tú has leído el verso y lo explicas en sus propias palabras, escribe su paráfrasis abajo. Luego, busca en tu corazón y ve cómo ese versículo se aplica a ti. Recuerda, tú no has estudiado la Palabra de Dios hasta que la hayas escrito y aplicado a tu vida.
Luego ore la Palabra de Dios. Comprométase a aplicar lo que él te ha enseñado a través de la Biblia. La Biblia dice: “He guardado tus palabras en mi corazón para no pecar contra ti” Cuando tú aprendes la Palabra de Dios, o incluso das un paso más y la memorizas, Tú te proteges de la tentación. Jesús hizo esto en Mateo 4, cuando el diablo le estaba tentando. Jesús se enfrentó a toda tentación con las Escrituras del Antiguo Testamento en el libro de Deuteronomio. Esta proporciona una defensa ideal contra las tentaciones de Satanás. La Palabra de Dios nos protegerá, también. Este es un gran incentivo para aprender de su Palabra.

MEJORES COSAS ESTÁN POR VENIR
(2ª Tim. 1:10) pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio. ¿Alguna vez se ha preguntado cómo será cuando su cuerpo muera y usted vaya al cielo? De acuerdo a la Palabra de Dios, cuando esa hora llegue, la casa de carne y sangre en la cual usted habita, morirá, pero no sentirá nada. Usted sólo se despojará de la capa de carne, la dejará a un lado y se irá a un lugar mejor. Los creyentes que han muerto y han revivido dicen que no tuvieron ninguna sensación de pérdida. Sus mentes permanecieron intactas, e incluso tenían brazos y piernas, pero eran espíritu, no carne. Un hombre dijo que no se había dado cuenta de que no estaba en su cuerpo hasta que trató de agarrar algo pero su mano atravesó el objeto material. Él era espíritu pero sin carne. De acuerdo al apóstol Pablo, estar ausente del cuerpo es estar presente al Señor.
(2ª Cor.  5:1) Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. De manera que cuando Dios lo llame, usted abandonará su cuerpo de carne e irá a estar con Él para siempre. Esto es muy interesante. Dios ni siquiera usa la palabra “muertos” para referirse a nuestros viejos cuerpos abandonados, sino que dice que están dormidos. ¿Por qué? Porque Él sabe que así como el sueño es algo pasajero, también lo es la muerte del cuerpo. El ha determinado que un día nuestros cuerpos dormidos serán despertados y levantados en gloria, así como lo fue el cuerpo de Jesús. ¡Aleluya! Viene un día cuando no sólo nuestros espíritus tendrán victoria sobre la muerte, sino también nuestros cuerpos. La muerte no es el fin de todo para usted, sino el traslado a un lugar mejor, a la casa de nuestro Dios.
¿QUE HAY EN TU INTERIOR?
(Luc. 6:43) No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. La NVI dice: “Ningún árbol bueno da fruto malo; tampoco da buen fruto el árbol malo” El Señor Jesús fue sin lugar a dudas, el mejor de todos los maestros de la historia de la humanidad. Como era Dios tenía el conocimiento absoluto de todo. Como era hombre, entendía las cosas que distraen a las personas. Conocía a la perfección ambos mundos y por ello, aplicaba la mejor pedagogía de la eternidad. ¡Cómo no iba a impactar a todos! Si hasta sus más acérrimos enemigos tuvieron que reconocer que nadie enseñaba como Él. Entre las muchas enseñanzas que nos dejó, siempre aplicó los ejemplos o parábolas para clarificar los conceptos divinos y eternos que intentaba enseñar. ¿Cómo enseñarle el concepto de eternidad y la seguridad de las consecuencias a mediano y largo plazo a un ser humano mortal, que apenas vivía 60 o 70 años? El Gran Maestro, lo hizo con este ejemplo sencillo de la vida cotidiana. Los israelitas conocían muy bien que árboles eran comestibles y cuáles no. Y sabían que las frutas comestibles, no estaban disponibles todo el año, sino solamente en el momento justo de la maduración.
Un árbol malo entregaba frutos malos. No era culpa de los frutos, sino de la esencia del árbol. Su naturaleza invisible, se manifestaba en los resultados visibles que entregaba a través de sus frutos. De esa manera, se podía conocer el interior del árbol. De la misma manera, Cristo aplica esta verdad de la naturaleza a la vida espiritual, y nos enseña que las cosas que hacemos, decimos o pensamos son consecuencia directa de nuestro grado de espiritualidad interior. A mayor comunión con Dios, nuestros actos serán más santos. A menor comunión con Dios, nuestros actos serán menos santos. Esto todos lo sabemos, pero no le damos importancia. Vivimos cada día como si no importaran las consecuencias. Y vendemos nuestra santidad por un poco de placer momentáneo. Solo vivimos el presente y deseamos satisfacer nuestros caprichos personales. Si analizáramos nuestros frutos diarios, nos daríamos cuenta del nivel espiritual que tenemos en la vida. Y caemos en la simpleza de condenar los pecados más visibles para minimizar los nuestros más ocultos y silenciosos. Si tus frutos son el robo, la pornografía, la mentira, la envidia, los malos pensamientos, la violencia familiar, los insultos, el sarcasmo, la indiferencia, o alguna cosa semejante, tus frutos manifiestan que tu esencia no es buena. Te pregunto: ¿Qué tienes en tu interior? Tus frutos lo demostrarán.

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