sábado, 17 de diciembre de 2011

DEVOCIONAL CRISTIANO.

SELLADOS CON SU PRESENCIA
Cuando renacemos, nuestro espíritu es recreado y hecho justo y santo. Mientras que el cuerpo pueden pecar, el espíritu no puede pecar. Cuando reconocemos nuestra necesidad de un Salvador, confesando nuestros pecados y pidiendo a Dios que nos perdone, Jesús entra a nuestro corazón, y renacemos nuevamente. Dios ahora nos ve como nueva criaturas, pero Él no quiere que vivamos una vida pecaminosa, porque sabe que las consecuencias negativas de pecado puede destruir nuestras vidas. “Ningún cuerpo debe jactarse en Su presencia” (1ª Cor. 1:29) “a fin de que nadie se jacte en su presencia”
Hemos recibido sabiduría, justicia, santificación y redención en nuestro espíritu recreado. (1ª Cor. 1:30) Más por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; El espíritu renacido es una con Cristo. No tenemos que obrar para obtener nuestra sabiduría, justicia, santificación y redención. Dios ha perfeccionado esta obra en nuestro espíritu. Dios está satisfecho con la obra que Él (Cristo) ha hecho en nuestro espíritu. Se nos ha dado el derecho de estar en Su presencia por el sacrificio de Jesús (2ª Cor. 5:21) Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. Él nos acepta y nos ama a pesar de nuestro comportamiento (Ef. 1:5-6) 5en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, 6para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado.
Somos favorecidos y amados en Su vista (Luc. 1:28) Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo !Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Nuestro espíritu renacido está sellado y preservado con el Espíritu Santo. Nuestro espíritu no puede contaminarse (Ef. 1:13) En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa. En nuestra carne (nuestro cuerpo y espíritu), constantemente estamos en una situación. Nosotros en algún momento dejamos de hacer lo que es correcto (Stgo. 4:17) y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado. (1ª Jn. 1:8) Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
Aunque pecamos en nuestro cuerpo, no podemos pecar en nuestro espíritu. Nuestro espíritu renacido no participa en pecado (1ª Jn. 3:9) Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. No tenemos que sentirnos culpable o sin valor por causa de nuestros pecados. Podemos confesar nuestros pecados a Dios. Él es fiel y justo de perdonarnos de nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia (1ª Jn. 1:9) Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Jesucristo es nuestro abogado cuando pecamos (1ª Jn. 2:1) Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Por lo tanto, no debemos vivir una vida pecaminosa porque el pecado trae consecuencias destructivas. Recuerde: Dios es amor, pero también es fuego consumidor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario