APRENDE A
RESPETAR LA AUTORIDAD
(Col. 3:23) Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como
para el Señor y no para los hombres. “todo lo que hagáis, hacedlo, como para el señor” ¿Puedes
imaginarte un país sin gobernantes, una empresa sin jefe o un ejército sin
general? Serían caóticos. La estructura crea orden y sin ella no se puede
progresar. Por eso no aparcas tu automóvil en el dormitorio ni duermes en el
garaje. Aprende a respetar a los que están en autoridad. Honra a los que han
vivido más años que tú, porque poseen abundancia de sabiduría. Escúchales para
que madures. Hasta que no aprendas a recibir órdenes, no estarás en posición de
darlas. Jesús entendió ese principio. Aunque era el Hijo de Dios, y como tal,
muy superior a cualquier otro ser humano, sin embargo honró la autoridad del
gobierno del momento. Cuando los fariseos le preguntaron su opinión respecto a
pagar impuestos, Jesús les
contestó: (Marcos 12:17) Respondiendo Jesús, les
dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y se
maravillaron de él. “Dad a César lo que es
de César, y a Dios lo que es de Dios”
¿Estás cuestionando
en público tu organización? ¿Estás menospreciando a los que están en autoridad?
¡Deja de hacerlo! Claro que no son perfectos (eso explica por qué te toleran a
ti). Si te rebelas contra las instrucciones que te dan, no te quejes si luego
los que te rodean no aceptan tus palabras u opiniones. La ley de la
reciprocidad sostiene que si quieres ser tratado con respeto, primero tienes
que respetar a los demás. Y entre ellos se encuentran aquellos con quienes no
estás de acuerdo o que no te caen bien. Jesús así lo hizo. Y ora: “Padre, sé que tu Palabra enseña acerca del
respeto a la autoridad. Recuérdame hoy que mi éxito depende de mi actitud hacia
los que has puesto como mis superiores. Al honrarlos, Tú me honrarás”
NADA QUE TEMER
(Heb. 13:5-6) 5Sean vuestras costumbres sin avaricia,
contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré;
6de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré Lo
que me pueda hacer el hombre. Hoy día la imagen que uno tiene de sí mismo es uno
de los problemas mayores en el Cuerpo de Cristo. Nos impide hacer las cosas que
Dios quiere que hagamos. En lugar de obedecer a Dios, nos preguntamos: ¿Qué
pensará la gente de mí si hago eso? ¿Qué pasará si le ordeno a esa persona que
se levante de la silla de ruedas y no lo hace? ¿Qué pasará si comienzo a creer
en la prosperidad y no tengo dinero? ¿Qué crees Dios mío? ¿Cómo me mirará la
gente? Si alguna vez ha tenido esa experiencia, déjeme decirle algo: no importa
la imagen que tenga de sí mismo, lo que importa es obedecer a Dios. Cuando se
trata de obedecer a Dios, la imagen que tenga de sí mismo no cuenta, y cuanto
más pronto la olvide, mejor será para usted.
Pero ¿sabe lo que es irónico? Una vez que usted
haga eso, su reputación mejorará. Es curioso, pero cuando usted deja de
preocuparse por su propia imagen, esta mejorará. ¿Por qué? Porque entonces
cuando los demás lo miren, en lugar de ver esa imagen insignificante que tiene
de sí mismo, van a ver la imagen del Señor Jesús reflejada en usted. Por lo
tanto, despójese de esa imagen tergiversada que tiene de sí mismo y empiece a
cultivar la imagen de Cristo en usted. No se deje controlar por el temor a lo
que los demás vayan a pensar de usted, sino por la fe en lo que Cristo pueda
hacer. Después de todo, Él ha prometido que nunca lo dejará ni lo abandonará;
eche mano de eso; créalo; hágalo. Una vez que lo haga, descubrirá que no hay
nada que temer.
ME ENCONTRÉ CON
EL MAESTRO CARA A CARA
(Jn. 1:14) Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre
nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia
y de verdad. Nos dice la Biblia: “vimos su gloria”
Conocer al Señor Jesús personalmente es amarlo, amarlo es servirlo y servirlo
es vivir una vida realizada y llena de gozo. Un autor anónimo escribió lo
siguiente acerca de Jesús. Si lo conoces como tu Señor y Salvador, te
identificarás con sus palabras. Si no, es nuestra oración que quieras aceptarlo
hoy como tu Señor y Salvador: “Llevé una vida fácil, dirigido por los placeres y
las comodidades; hasta que un día, en un lugar tranquilo, me encontré con el
Maestro cara a cara. Mis metas habían sido la posición y las riquezas,
ocupándome mucho de mi cuerpo y nada de mi alma. Estaba en medio de esa carrera
frenética de la vida cuando me encontré con el Maestro cara a cara. Lo
encontré, lo conocí, y me sonrojé cuando vi que sus ojos tristes estaban fijos
en los míos. Vacilé y luego caí a sus pies, mientras mis castillos de arena se
desvanecían. Todo lo mío se derritió y desapareció, y en su lugar no vi otra
cosa que el rostro del Maestro. Entonces clamé: ¡Oh, llévame contigo, para
seguir los pasos de tus pies heridos! Ahora me preocupo por las almas de
los hombres; He perdido mi vida para volver a ganarla; desde aquel hermoso día
en que en un lugar tranquilo, me encontré con el Maestro cara a cara.”
¡DEJA DE
CONDENARTE!
(Rom. 8:1) Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que
están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al
Espíritu. “ninguna condenación
hay para los que están en Cristo Jesús” La Palabra para ti
hoy es: ¡Deja de condenarte! Dios dice: (Is. 43:25) Yo, yo soy el que borro tus rebeliones
por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados. Cuando Dios te dice que ha olvidado tu pecado
y tú insistes en recordarlo, es como si tus parámetros de conducta fueran más
altos que los de Él. ¡Eso raya la idolatría! La Biblia dice: (Ef. 4:32) Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos,
perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. “Dios también os
perdonó a vosotros en Cristo” En
el Antiguo Testamento cuando alguien pecaba, llevaba un cordero delante del
sacerdote, y éste derramaba la sangre del animal en el altar para la remisión del
pecado. Con ese sacrificio, se cancelaba todo rastro de pecado y se saldaba el
asunto.
Tal
vez digas: “Pero no me siento
perdonado” El
perdón viene por la fe, no por los sentimientos. Mientras vivas por
sentimientos, Satanás tiene un arma que puede usar contra ti en los momentos
decisivos. O a lo mejor dices: “Pero lo que hice fue muy
malo” Si te
arrepientes de verdad, cualquier cosa que hayas hecho es perdonable. O digas: “Pero Satanás me lo sigue recordando” Lo hace porque su nombre es el “acusador” (Ap. 12:10) Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha
venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su
Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador
de nuestros hermanos, el que
los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Pero fíjate cómo puedes vencer a Satanás,
el acusador: (Ap. 12:11) Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y
de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la
muerte. La próxima vez que Satanás
te acuse, dile: “Me
alegro de que hayas sacado a relucir esto” Y luego le dices lo que ha hecho en ti
la Sangre de Cristo. Si lo haces, verás cómo huye. Aprende de tus fallos,
fortalécete por medio de ellos, úsalos para bendecir a otros, sigue adelante
con tu vida ¡y deja de condenarte!
FIRMES CONTRA
LAS ASECHANZAS DEL DIABLO
(Ef. 4:26) 26Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro
enojo, 27ni deis lugar al diablo. Si
usted le da lugar al diablo, él lo tomará. Tiene que estar alerta y mantener el
escudo de la fe en alto porque si no lo hace, él se volverá y le arrebatará el
terreno que usted acaba de tomar. Hay personas que han recibido sanidad y han
vuelto a su pasada forma de pensar sobre la enfermedad. Han dejado que la fe
mengüe y le han dado lugar al diablo. Cuando el enemigo los ataca con algún
síntoma pasado, no están preparados contra él y se convierten en víctimas de su
contraataque. Usted puede estar firme contra las asechanzas del diablo. Pero
antes de hacerlo, tiene que tomar tres decisiones fundamentales: Primero: la Palabra de Dios tiene que ser la autoridad final de
su vida. Ponga en línea sus
pensamientos con lo que dice la Palabra. Luego: decida que va a vivir por la fe en lo que Dios ha dicho. La
Biblia dice: “La fe es por el oír, y el
oír, por la Palabra de Dios”. Por último: tiene que vivir en el amor de Dios, porque la fe obra
por el amor. Sin el amor, la fe no le
servirá; sin la Palabra, no
podrá tener fe. Así que no trate de tomar alguna de estas decisiones sin tomar
las otras dos; es necesario que tome las tres. La vida en la Palabra, en la fe y en el amor lo
mantendrá en una posición de resistencia contra el diablo. Le sugiero que haga
la siguiente oración, a solas con Dios: “En el nombre de Jesús, me
comprometo desde este día en adelante a vivir por la Palabra de Dios, a vivir
por la fe y a vivir por el amor de Dios”. Decida hoy no darle
lugar al diablo.
COMPROBANDO LO
QUE AGRADA AL SEÑOR
(Ef. 5:10) “Comprobando
lo que es agradable al Señor” La comprobación es un método
científico que se utiliza para garantizar una ley. Si el supuesto dice que un elemento de metal, es más
pesado que el agua. Al depositar un objeto en dicho elemento se hundirá. Se
puede comprobar esto poniendo cualquier objeto metálico en el agua. Desde un
pequeño alfiler hasta una enorme torre de extracción de petróleo marítima,
siempre se cumple la ley. Esta metodología de comprobación solo sirve para teoremas físicos. Pero no para temas meta físicos. La
Biblia entra en los temas meta físicos por lo que esta teoría de comprobación
no estaría dentro de las posibles soluciones para interrogantes que presenta,
excepto en este principio. Pablo nos desafía para comprobar aquellas cosas que
son agradables al Señor. Es decir, que existe una metodología científica para
comprobar que cosas le agradan a Dios y cuáles no. Y que por repetición,
podremos descubrir y evidenciar cuales son. Aquellas acciones bondadosas,
justas o verdaderas, sostiene Pablo, son aquellas que agradan a Dios. Y nos
deja tres filtros por los cuales debemos tamizar cada pensamiento, acción o deseo
que tengamos. Es una manera lógica y práctica de comprobar que cosas son las
que agradan a Dios y cuáles no.
Algo es bondadoso: cuando
no es dañino, ni para quien lo hace ni para terceros. No es un tema de gustos
personales, sino de variantes generales. Si lo que deseo hacer puede perjudicar
a alguien (aunque a mí me beneficie) no es bondadoso. Algo es justo: cuando es ecuánime para todos. No cuando satisface
solo a una parte en cuestión. En toda discusión, cuando hay dos opiniones
distintas, cada uno considera justo el argumento que sostiene. Y esgrime que el
otro argumento es incorrecto. No es el concepto de Dios para justicia. Para Él
algo es justo cuando es imparcial y objetivo. Y se aplica de la misma manera a
todos y en todas las circunstancias. Finalmente:
es verdadero cuando su sustento es incuestionable. No son verdades parciales o
subjetivas. Sino principios objetivos y uniformes. Cuando se aplican a todas
las posibilidades y no solamente a algunas. Dios nos deja tres herramientas
para comprobar si nuestras acciones y pensamientos son agradables a Dios.
Podemos repetir esta comprobación con cada uno de nuestros deseos. Y vamos a
descubrir que siempre se repite el mismo concepto. Recuerda: ¡Puedes comprobar si agradas a Dios!
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