martes, 20 de marzo de 2012

APRENDIENDO LA PALABRA DE DIOS:


APRENDE A RESPETAR LA AUTORIDAD
 
(Col. 3:23) Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres. “todo lo que hagáis, hacedlo, como para el señor” ¿Puedes imaginarte un país sin gobernantes, una empresa sin jefe o un ejército sin general? Serían caóticos. La estructura crea orden y sin ella no se puede progresar. Por eso no aparcas tu automóvil en el dormitorio ni duermes en el garaje. Aprende a respetar a los que están en autoridad. Honra a los que han vivido más años que tú, porque poseen abundancia de sabiduría. Escúchales para que madures. Hasta que no aprendas a recibir órdenes, no estarás en posición de darlas. Jesús entendió ese principio. Aunque era el Hijo de Dios, y como tal, muy superior a cualquier otro ser humano, sin embargo honró la autoridad del gobierno del momento. Cuando los fariseos le preguntaron su opinión respecto a pagar impuestos, Jesús les contestó: (Marcos 12:17) Respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de él. “Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”
¿Estás cuestionando en público tu organización? ¿Estás menospreciando a los que están en autoridad? ¡Deja de hacerlo! Claro que no son perfectos (eso explica por qué te toleran a ti). Si te rebelas contra las instrucciones que te dan, no te quejes si luego los que te rodean no aceptan tus palabras u opiniones. La ley de la reciprocidad sostiene que si quieres ser tratado con respeto, primero tienes que respetar a los demás. Y entre ellos se encuentran aquellos con quienes no estás de acuerdo o que no te caen bien. Jesús así lo hizo. Y ora: “Padre, sé que tu Palabra enseña acerca del respeto a la autoridad. Recuérdame hoy que mi éxito depende de mi actitud hacia los que has puesto como mis superiores. Al honrarlos, Tú me honrarás”

NADA QUE TEMER
 
(Heb. 13:5-6) 5Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; 6de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré Lo que me pueda hacer el hombre. Hoy día la imagen que uno tiene de sí mismo es uno de los problemas mayores en el Cuerpo de Cristo. Nos impide hacer las cosas que Dios quiere que hagamos. En lugar de obedecer a Dios, nos preguntamos: ¿Qué pensará la gente de mí si hago eso? ¿Qué pasará si le ordeno a esa persona que se levante de la silla de ruedas y no lo hace? ¿Qué pasará si comienzo a creer en la prosperidad y no tengo dinero? ¿Qué crees Dios mío? ¿Cómo me mirará la gente? Si alguna vez ha tenido esa experiencia, déjeme decirle algo: no importa la imagen que tenga de sí mismo, lo que importa es obedecer a Dios. Cuando se trata de obedecer a Dios, la imagen que tenga de sí mismo no cuenta, y cuanto más pronto la olvide, mejor será para usted.
Pero ¿sabe lo que es irónico? Una vez que usted haga eso, su reputación mejorará. Es curioso, pero cuando usted deja de preocuparse por su propia imagen, esta mejorará. ¿Por qué? Porque entonces cuando los demás lo miren, en lugar de ver esa imagen insignificante que tiene de sí mismo, van a ver la imagen del Señor Jesús reflejada en usted. Por lo tanto, despójese de esa imagen tergiversada que tiene de sí mismo y empiece a cultivar la imagen de Cristo en usted. No se deje controlar por el temor a lo que los demás vayan a pensar de usted, sino por la fe en lo que Cristo pueda hacer. Después de todo, Él ha prometido que nunca lo dejará ni lo abandonará; eche mano de eso; créalo; hágalo. Una vez que lo haga, descubrirá que no hay nada que temer.

ME ENCONTRÉ CON EL MAESTRO CARA A CARA
Vamos caminando al encuentro con jesus♥comunidad de niñ@s♥ilhuicatl♥(igual♥al♥cielo♥) 
(Jn. 1:14) Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. Nos dice la Biblia: vimos su gloria Conocer al Señor Jesús personalmente es amarlo, amarlo es servirlo y servirlo es vivir una vida realizada y llena de gozo. Un autor anónimo escribió lo siguiente acerca de Jesús. Si lo conoces como tu Señor y Salvador, te identificarás con sus palabras. Si no, es nuestra oración que quieras aceptarlo hoy como tu Señor y Salvador: “Llevé una vida fácil, dirigido por los placeres y las comodidades; hasta que un día, en un lugar tranquilo, me encontré con el Maestro cara a cara. Mis metas habían sido la posición y las riquezas, ocupándome mucho de mi cuerpo y nada de mi alma. Estaba en medio de esa carrera frenética de la vida cuando me encontré con el Maestro cara a cara. Lo encontré, lo conocí, y me sonrojé cuando vi que sus ojos tristes estaban fijos en los míos. Vacilé y luego caí a sus pies, mientras mis castillos de arena se desvanecían. Todo lo mío se derritió y desapareció, y en su lugar no vi otra cosa que el rostro del Maestro. Entonces clamé: ¡Oh, llévame contigo, para seguir los pasos de tus pies heridos! Ahora me preocupo por las almas de los hombres; He perdido mi vida para volver a ganarla; desde aquel hermoso día en que en un lugar tranquilo, me encontré con el Maestro cara a cara.”

¡DEJA DE CONDENARTE!
 
(Rom. 8:1)  Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” La Palabra para ti hoy es: ¡Deja de condenarte! Dios dice: (Is. 43:25) Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados. Cuando Dios te dice que ha olvidado tu pecado y tú insistes en recordarlo, es como si tus parámetros de conducta fueran más altos que los de Él. ¡Eso raya la idolatría! La Biblia dice: (Ef. 4:32) Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. “Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” En el Antiguo Testamento cuando alguien pecaba, llevaba un cordero delante del sacerdote, y éste derramaba la sangre del animal en el altar para la remisión del pecado. Con ese sacrificio, se cancelaba todo rastro de pecado y se saldaba el asunto.
Tal vez digas: “Pero no me siento perdonado” El perdón viene por la fe, no por los sentimientos. Mientras vivas por sentimientos, Satanás tiene un arma que puede usar contra ti en los momentos decisivos. O a lo mejor dices: “Pero lo que hice fue muy malo” Si te arrepientes de verdad, cualquier cosa que hayas hecho es perdonable. O digas: “Pero Satanás me lo sigue recordando” Lo hace porque su nombre es el “acusador” (Ap. 12:10) Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Pero fíjate cómo puedes vencer a Satanás, el acusador: (Ap. 12:11) Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte. La próxima vez que Satanás te acuse, dile: “Me alegro de que hayas sacado a relucir esto” Y luego le dices lo que ha hecho en ti la Sangre de Cristo. Si lo haces, verás cómo huye. Aprende de tus fallos, fortalécete por medio de ellos, úsalos para bendecir a otros, sigue adelante con tu vida ¡y deja de condenarte!

FIRMES CONTRA LAS ASECHANZAS DEL DIABLO
 
(Ef. 4:26) 26Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, 27ni deis lugar al diablo. Si usted le da lugar al diablo, él lo tomará. Tiene que estar alerta y mantener el escudo de la fe en alto porque si no lo hace, él se volverá y le arrebatará el terreno que usted acaba de tomar. Hay personas que han recibido sanidad y han vuelto a su pasada forma de pensar sobre la enfermedad. Han dejado que la fe mengüe y le han dado lugar al diablo. Cuando el enemigo los ataca con algún síntoma pasado, no están preparados contra él y se convierten en víctimas de su contraataque. Usted puede estar firme contra las asechanzas del diablo. Pero antes de hacerlo, tiene que tomar tres decisiones fundamentales: Primero: la Palabra de Dios tiene que ser la autoridad final de su vida. Ponga en línea sus pensamientos con lo que dice la Palabra. Luego: decida que va a vivir por la fe en lo que Dios ha dicho. La Biblia dice: “La fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios”. Por último: tiene que vivir en el amor de Dios, porque la fe obra por el amor. Sin el amor, la fe no le servirá; sin la Palabra, no podrá tener fe. Así que no trate de tomar alguna de estas decisiones sin tomar las otras dos; es necesario que tome las tres. La vida en la Palabra, en la fe y en el amor lo mantendrá en una posición de resistencia contra el diablo. Le sugiero que haga la siguiente oración, a solas con Dios: “En el nombre de Jesús, me comprometo desde este día en adelante a vivir por la Palabra de Dios, a vivir por la fe y a vivir por el amor de Dios”. Decida hoy no darle lugar al diablo.

COMPROBANDO LO QUE AGRADA AL SEÑOR
 
(Ef. 5:10) “Comprobando lo que es agradable al Señor” La comprobación es un método científico que se utiliza para garantizar una ley. Si el supuesto dice que un elemento de metal, es más pesado que el agua. Al depositar un objeto en dicho elemento se hundirá. Se puede comprobar esto poniendo cualquier objeto metálico en el agua. Desde un pequeño alfiler hasta una enorme torre de extracción de petróleo marítima, siempre se cumple la ley. Esta metodología de comprobación solo sirve para teoremas físicos. Pero no para temas meta físicos. La Biblia entra en los temas meta físicos por lo que esta teoría de comprobación no estaría dentro de las posibles soluciones para interrogantes que presenta, excepto en este principio. Pablo nos desafía para comprobar aquellas cosas que son agradables al Señor. Es decir, que existe una metodología científica para comprobar que cosas le agradan a Dios y cuáles no. Y que por repetición, podremos descubrir y evidenciar cuales son. Aquellas acciones bondadosas, justas o verdaderas, sostiene Pablo, son aquellas que agradan a Dios. Y nos deja tres filtros por los cuales debemos tamizar cada pensamiento, acción o deseo que tengamos. Es una manera lógica y práctica de comprobar que cosas son las que agradan a Dios y cuáles no.
Algo es bondadoso: cuando no es dañino, ni para quien lo hace ni para terceros. No es un tema de gustos personales, sino de variantes generales. Si lo que deseo hacer puede perjudicar a alguien (aunque a mí me beneficie) no es bondadoso. Algo es justo: cuando es ecuánime para todos. No cuando satisface solo a una parte en cuestión. En toda discusión, cuando hay dos opiniones distintas, cada uno considera justo el argumento que sostiene. Y esgrime que el otro argumento es incorrecto. No es el concepto de Dios para justicia. Para Él algo es justo cuando es imparcial y objetivo. Y se aplica de la misma manera a todos y en todas las circunstancias. Finalmente: es verdadero cuando su sustento es incuestionable. No son verdades parciales o subjetivas. Sino principios objetivos y uniformes. Cuando se aplican a todas las posibilidades y no solamente a algunas. Dios nos deja tres herramientas para comprobar si nuestras acciones y pensamientos son agradables a Dios. Podemos repetir esta comprobación con cada uno de nuestros deseos. Y vamos a descubrir que siempre se repite el mismo concepto. Recuerda: ¡Puedes comprobar si agradas a Dios!

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