LA PALABRA DE DIOS TIENE LAS RESPUESTAS A NUESTROS PROBLEMAS.
(Sal. 119:130) La exposición de tus
palabras alumbra; Hace
entender a los simples. “La exposición de tus palabras alumbra” La palabra
de Dios tiene las respuestas que necesitas, ¡pero tendrás que leerla! Si te
preguntas: “No sé por dónde empezar” aquí se presentan algunos versículos
que te ayudarán:
Cuando estés preocupado: (1ª P.
5:7) echando
toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. (Fil. 4:6) Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras
peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. (Sal. 62:6)
El
solamente es mi roca y mi salvación. Es
mi refugio, no resbalaré. (Is. 26:3) Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento
en ti persevera; porque en ti ha confiado. (Deut. 31:6)
Esforzaos y
cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el
que va contigo; no te dejará, ni te desamparará.
Cuando estés abatido: (Sal.
147:3) El
sana a los quebrantados de corazón, Y
venda sus heridas. (Sal. 23:4) Aunque ande en valle de
sombra de muerte, No
temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu
vara y tu cayado me infundirán aliento. (2ª Cor. 1:4)
el cual nos
consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros
consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación
con que nosotros somos consolados por Dios. (Deut.
33:27) El
eterno Dios es tu refugio, Y
acá abajo los brazos eternos; El
echó de delante de ti al enemigo, Y
dijo: Destruye.
Cuando te sientas
culpable: (Hech. 13:39) y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no
pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree. (1ª Jn.
1:9) Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad. (Col. 1:21-23) 21Y a vosotros también, que erais en otro
tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha
reconciliado 22en su cuerpo de carne, por medio de la muerte,
para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; 23si
en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza
del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está
debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro. (Is. 1:18) Venid luego, dice Jehová, y estemos a
cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán
emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. (Rom. 8:38-39)
38Por lo cual estoy seguro de que ni la
muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente,
ni lo por venir, 39ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna
otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús
Señor nuestro. (Is. 43:25) Yo, yo soy el
que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.
No te desesperes, Dios quiere ayudarte, permítele que lo
haga, deja que te dé un corazón de carne y verás la gloria de Dios.
EL GANADOR
(Mar. 8:36) Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo
el mundo, y perdiere su alma? “¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida?” En todos los ámbitos de la vida, sea en el mundo del deporte, en
el trabajo o en las actividades recreativas, disfrutamos de la experiencia de
ser ganadores. Ganar un contrato importante, ganar un merecido ascenso, o
recibir un pago importante; planteando todo esto puede traernos mucha felicidad
y nuestra realización como personas de negocios y profesionales. Como
espectadores, nos sentimos como ganadores junto con nuestro equipo favorito
triunfa con su mayor rival. Muchos de nosotros, incluso cuando jugamos
informalmente en casa con la familia y amigos, nos esforzamos por ser
ganadores. Pero ¿Qué es lo que ser
“ganador” realmente significa? ¿Podría ser que haya algo más que ganar, que
prevalecer frente a un competidor, o de anotar más puntos que su oponente? Aquí
están algunas ideas sobre lo que un verdadero ganador es: Un ganador respeta a aquellos que
son superiores a él y trata de aprender algo de ellos; un perdedor se resiente
de aquellos que son superiores y racionaliza sus logros. Un ganador explica; un perdedor da
una explicación convincente, poniendo excusas. Un ganador dice: “Tenemos que
encontrar una manera”; un perdedor dice: “No hay manera” Un ganador pasa por un problema,
trabajando hacia una solución; un perdedor trata de rodear el problema,
tratando de evitarlo por completo. Un ganador dice: “Debe haber una
mejor manera de hacerlo”; un perdedor dice: “Esa es la forma en que siempre se
ha hecho aquí” Un ganador demuestra que está arrepentido y cambia su conducta
por ello; un perdedor dice “lo siento”, pero se repite el mismo yerro, la
próxima vez. Un ganador sabe por qué luchar y qué compromisos adquirir; un
perdedor se compromete en lo que no debe, y lucha por lo que no vale la pena. Un
ganador trabaja más fuerte que un perdedor, y tiene más tiempo; un perdedor
siempre está “demasiado ocupado” para hacer lo necesario. Un ganador no tiene miedo de perder;
un perdedor está secretamente temeroso de ganar. Un ganador honora los compromisos;
un perdedor hace promesas, pero las ignora. Tú ¿qué eres?
¡NO
RETROCEDAS!
(Is. 54:3) Porque te extenderás a la mano derecha y a la
mano izquierda; y tu descendencia heredará naciones, y habitará las ciudades
asoladas. “Te extenderás a la
mano derecha y a la mano izquierda” El bombardeo constante de noticias
pesimistas y desalentadoras puede provocar temor en nosotros y hacernos
retroceder. ¿Es ése tu caso? Detente
un momento y lee: (Is. 54:1-4) 1Regocíjate, oh estéril, la que no
daba a luz; levanta canción y da voces de júbilo, la que nunca estuvo de parto;
porque más son los hijos de la desamparada que los de la casada, ha dicho
Jehová. 2Ensancha el sitio de tu tienda, y las
cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus
cuerdas, y refuerza tus estacas. 3Porque te extenderás a la
mano derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia heredará naciones, y
habitará las ciudades asoladas. 4No temas, pues no serás
confundida; y no te avergüences, porque no serás afrentada, sino que te
olvidarás de la vergüenza de tu juventud, y de la afrenta de tu viudez no
tendrás más memoria.
Satanás
intentará sembrar toda clase de temores en tu mente respecto a cosas que
probablemente nunca sucedan. Te dirá que vas a perder tus hijos, que te va a
entrar un cáncer, te va a dar un infarto o vas a padecer de Alzheimer, porque
son cosas que han ocurrido en tu familia. La meta del maligno es dejarte fuera
de juego. Él sabe bien que los planes de Dios para ti son que te extiendas “a la mano derecha y a la mano izquierda” no que
retrocedas. “¿Cuánto va a durar este ataque?” te
preguntas. Pues al menos el tiempo que tardaste en hacerle frente a Satanás la
última vez. ¿Qué puedes hacer? “Toma, toda la armadura de Dios, para que puedas resistir en el día malo” (Ef. 6:13)
Por tanto,
tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y
habiendo acabado todo, estar firmes. Mantente firme en
la Palabra de Dios y decide no retroceder.
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